Es indiscutible que España ha sido testigo de uno de los procesos de reestructuración financiera más intensos y desafiantes de toda la Zona Euro. La metamorfosis experimentada ha resultado en un paisaje completamente transformado, con reglas de juego que difieren radicalmente de aquellas vigentes antes de la crisis financiera de 2008.
Mirando hacia atrás, y considerando cómo han transcurrido los acontecimientos, sostengo firmemente que las decisiones que tomamos, especialmente en lo que respecta a la fusión de las cajas de ahorros, fueron las correctas en el momento preciso. Esas acciones no sólo fueron fundamentales para la resiliencia de nuestro sistema, sino que también marcaron un antes y un después en la forma de gestionar nuestra economía financiera.
Al inicio de esta crisis, es cierto que se cometieron errores en el diagnóstico de los problemas reales y en la magnitud de los desafíos a los que nos enfrentábamos. No obstante, reconozco la complejidad de la situación. Las soluciones podrían haberse orientado hacia la conservación de las cajas de ahorros, mediante ajustes en sus estructuras de gobernanza, profesionalizando su gestión y buscando nuevos métodos de capitalización. A pesar de ello, el balance general que realizamos hoy nos muestra un sistema financiero renovado: más robusto, saneado, estable y competitivo.
Este recorrido, aunque arduo, ha demostrado ser un catalizador para el fortalecimiento de nuestra economía, asegurando su sostenibilidad y competitividad en el largo plazo. Estas reflexiones, compartidas en un ambiente distendido, pero profundamente enriquecedor como lo fue ‘Un café con Rull’, me reafirman en la convicción de que, ante los desafíos, nuestra capacidad de adaptación y decisión correcta en momentos críticos definen el futuro de nuestra economía y sociedad.