En nuestro caso particular, si me permiten la confesión, presentamos también un libro sobre la figura de un gran amigo que se nos fue inesperada y prematuramente. Pero está claro que no sólo fue una gran referencia para mí, sino para muchísimas personas y para toda nuestra ciudad. Él sí ha sido, por fortuna, profeta en su tierra.
Una referencia incontestable como médico, como sevillano, como intelectual y, sobre todo, una gran referencia humana, en el sentido más amplio y bondadoso de la palabra.
Aprovecho estas líneas para reiterar mi agradecimiento al actual director de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, que como saben sucedió a Ismael Yebra en el cargo y ha tenido la iniciativa de reunir en este libro lo mejor de sus más de 400 artículos periodísticos, un trabajo generoso que nos da la oportunidad de reconocer su figura como se merece.
Las virtudes de Ismael eran muchas y eran verdaderamente ejemplares: un médico de corte humanista y escritor de refinada cultura e irónico sentido del humor, como he dejado dicho en el prólogo del libro que nos reúne esta tarde.
También tenemos que destacar su vocación de embajador y cronista privilegiado de la ciudad, una pasión por Sevilla y por el barrio de la Alfalfa en el que vivió que ejercía sin complacencias y sin renunciar nunca a la crítica.
Una buena parte de todos estos aspectos que lo distinguían se quedan ya para siempre en este libro que editamos con mucho gusto como nuestro particular homenaje y como símbolo también del reconocimiento que le devuelve Sevilla y los sevillanos.