Siempre que tenemos noticia de un premio, la juzgamos con varios criterios: quién lo concede, quién lo recibe y, también, quienes acuden a la ceremonia de su entrega.
Quiero decirles tres cosas muy breves sobre cada uno de estos aspectos.
El premio de Comunicación de la APS cumple en esta edición su XXVII aniversario. Sin duda ya es una dilatada trayectoria, aunque ese cuarto de siglo largo alcanza mayor significación en el contexto de la más que Centenaria Asociación de la Prensa de Sevilla, que este año cumple (si no me falla la memoria), 110 años de vida.
No sé si decir que se trata, por tanto, de unos premios con tradición, pero creo que todos estaremos de acuerdo en lo que significan: la expresión del reconocimiento de la prensa de Sevilla, en la que se condensa no solo la historia del periodismo en esta ciudad y provincia, sino en gran medida la propia historia política, social y humana de la sociedad sevillana desde principios del siglo XX.
Unos premios, pues, importantes y por eso les reitero que para Fundación Cajasol es un privilegio colaborar con la Asociación de la Prensa de Sevilla, tal como venimos haciendo hace ya bastantes años.
Claro que, en unos galardones, lo importante cada año, sin duda, son los premiados. Y año tras año somos testigos del importante aporte que al conjunto de la sociedad sevillana hacen los periodistas.
No me corresponde a mí glosar la figura de las personas que han sido distinguidas este año, pero es imposible evitar una mínima referencia.
Yo no soy periodista, así que no debo entrar en los méritos profesionales de Valentín García Sandoval. Pero sí le quiero decir que con las herramientas que tan bien conoce, las propias de un comunicador, nos ha dado a todos una gran lección humana, porque ha convertido su enfermedad en una puerta a la esperanza para mucha gente y ha transmitido con su “yomecuro” una gran dosis de vitalidad, optimismo y determinación de vencer el cáncer. Creo, Valentín, que has prestado y prestas un gran servicio a la sociedad y es justo que así se te reconozca.
Igualmente quiero felicitar al movimiento ‘Nosotras paramos’, expresión genuina del compromiso de las mujeres periodistas por la igualdad, en el que tanto camino tenemos que recorrer y a un clásico entre los clásicos de la programación cultural andaluza, las ‘Historias de papel’ de Manuel Pedraz.
Ya sabéis que la cultura es una de las grandes apuestas de nuestra Fundación, en la que muy a menudo se acogen presentaciones de libros. Esta misma semana, por cierto, de un compañero vuestro, Fernando Jáuregui, memoria viva de la España democrática desde la Transición.
Hablando de memoria viva, gran acierto de la APS al distinguir a Pablo Juliá. Por el objetivo de sus cámaras ha pasado buena parte de la realidad política, social y cultural de los últimos 40 ó 50 años de Andalucía y de España. Hablar aquí de la ‘foto de la tortilla’ es como pedirle a Serrat que cante Mediterráneo, algo inevitable. Me consta que ahora está subiendo a las redes sociales una buena muestra de fotografías de ayer y de hoy en numerosos ámbitos, desde la política a la cultura, que está refrescando la memoria colectiva gracias a su ingente trabajo.
He dejado para el final una mención a mi medio paisano Antonio López, montillano y pluma brillante de la que tanto pueden aprender los alumnos de periodismo de su flamante cátedra en la Facultad de Comunicación. De él me dicen un aspecto que quiero destacar, porque me parece importante: que es buen amigo de sus amigos y buen compañero de sus colegas. Enhorabuena también a ti, Antonio.
No me extiendo más. Simplemente quiero añadir que, como decía al principio, un premio también se mide por quienes asisten a su entrega. En este sentido, este acto ha estado lleno de periodistas, de todas las edades, tendencias y medios de comunicación, lo cual sin duda es motivo de orgullo para la Asociación de la Prensa de Sevilla y les garantizo que también para la Fundación Cajasol, orgullosa también de acoger año tras año a este esperado encuentro de la prensa sevillana.