Nuevas dosis de incertidumbre y un horizonte más despejado
El nuevo año nos trae otra vez sombras y claros en la evolución del impacto económico de la pandemia, unas claves que apunto aquí brevemente en esta primera reflexión de 2022 que me permito compartir. Empezando por el lado más oscuro, hay sin duda nuevas dosis adicionales de incertidumbre que están ralentizando la recuperación en todo el mundo, también en España, por dos razones de peso.

Una de ellas, obviamente, es la última e intensa oleada del virus, que pese a no ser tan grave, ha vuelto a poner a prueba el ya deteriorado ánimo de los ciudadanos, la resistencia de las empresas y el mismo funcionamiento de nuestros servicios públicos teniendo en cuenta aspectos como unas bajas laborales que se han disparado.

El segundo pilar de la incertidumbre nos viene azotando desde el pasado verano y sigue sin estar controlado. Nos referimos a los altos niveles de inflación que nos ha dejado la grave crisis logística, energética y de costes que se desencadenó como consecuencia del vigor de la reactivación. Se trata de un calentamiento lógico de la economía por la altísima demanda derivada de la vuelta a normalidad, pero este fenómeno ha destapado problemas estructurales por el lado de la oferta que deberán atajarse aprovechando la transformación del modelo económico que hay que abordar de forma ineludible con las ayudas de los relevantes fondos de reconstrucción comunitarios.

Además del golpe que estos obstáculos y sobrecostes están suponiendo en el tejido productivo, que van a amenazar el futuro de las empresas más débiles, quiero poner el acento en las dificultades que están sufriendo los colectivos sociales más vulnerables, miles de familias que no pueden hacer frente a necesidades básicas. Y no sólo en nuestro país: uno de los últimos informes de la ONU alerta que la pandemia ha agudizado la pobreza y la desigualdad, y anima a cerrar estas brechas trabajando de forma solidaria y coordinada.

Compartimos esta preocupación, y es la prioridad de la acción social de la Fundación Cajasol, que ha redoblado sus compromisos solidarios y sus actividades en todas las líneas de trabajo desde que arrancó esta crisis para cumplir con nuestro objetivo estratégico de convertirnos en agentes activos de la reactivación de la mano de otras entidades e instituciones tanto públicas como privadas.

Para completar estas primeras líneas del nuevo año quiero enfatizar las luces que también están presentes en la compleja situación que atravesamos, unos aspectos en positivo liderados por la magnífica recuperación del empleo. Con la llegada de la primavera, además, está previsto que la crisis energética se suavice, lo que debe permitir un respiro a la economía y un nuevo impulso a la actual etapa de recuperación. Y lo más importante es que también estamos ya en fase de controlar el impacto sanitario de la nueva ola. Y sólo podemos esperar y desear que sea la última digna de mención. Y también hay, afortunadamente, razones para ello.  

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