Les confieso que hace justo un año, cuando se acercaba el 2018 y con él el 40º aniversario de nuestra Constitución, una de mis preocupaciones, creo que compartida por muchos, es que nuestro país no fuera capaz de celebrar con la solemnidad y profundidad necesarias, una efeméride tan significada.
Una preocupación que nacía del hecho, por lo demás tan habitual, de que las cosas urgentes a menudo solapan a las importantes. Me parecía un error porque la Constitución de 1978 abrió el período de paz, libertad y prosperidad de la España contemporánea, lo cual merece no solo ser analizado concienzudamente sin también ser celebrado.
La generación de españoles que salía de la dictadura dio un ejemplo de compromiso con la concordia, con la superación de enfrentamientos que habían marcado la vida de España y con una apuesta por una mejora de vida de todos.
Intentos anteriores en la historia de España se saldaron con fracasos y hasta con tragedias como la guerra civil. El empeño que fraguó la Constitución de 1978, sin embargo, salió más que razonablemente bien y hacer un balance cabal del mismo debía suponer una inyección de confianza y autoestima para nuestra sociedad y un acicate para resolver los múltiples problemas que, como cualquier país, tenemos por delante.
Por eso, en Fundación Cajasol, de la misma manera que hace justo un año nos sumamos con entusiasmo a la conmemoración del 4 de Diciembre, hemos hecho lo mismo con el aniversario de la Constitución.
Que Cádiz haya tenido un protagonismo especial, con los encuentros en San Felipe Neri y con este de hoy, no necesita justificación alguna, dado el protagonismo de esta ciudad en el constitucionalismo español.
Y si en San Felipe Neri el protagonismo correspondió a los dirigentes políticos, hoy podemos compartir una mirada distinta, la que corresponde a otro sujeto fundamental de nuestra vida democrática, como es la prensa.
Especialmente en la Transición, pero también con posterioridad, la prensa y los periodistas no solo han sido testigos y reflejo del cambio en España sino agentes de la extraordinaria transformación y mejora de nuestro país.
Conocer por tanto su perspectiva de lo que vivió España en aquellos años y de la evolución posterior de nuestro país, seguro que va a enriquecernos a todos, al tiempo que a fortalecer nuestro propio compromiso como ciudadanos con nuestro sistema democrático y con el futuro de la sociedad española.
Es un lujo haber contado con representantes tan cualificados y tan cargados de bagaje profesional y vital como Fernando, José María, Emilio y María Esperanza, a los que insisto en agradecer su presencia, igual que a todos los asistentes.