En Fundación Cajasol estamos en estos días, junto a las tareas habituales, terminando de preparar la Memoria anual de 2018, que presentaremos dentro de unas semanas. Es un trabajo importante y quería explicarles brevemente el porqué.

La Memoria anual es una especie de balance o resumen las tareas que entre todos hemos llevado a cabo durante doce meses. Pero, más allá de ello, es una oportunidad que nos imponemos para hacer algunas cosas en paralelo.

Primero, responder a nuestro compromiso de transparencia con la sociedad: que se sepa lo que hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos, para a su vez se entienda el alcance y naturaleza de nuestra vocación de servicio.

En segundo lugar, para someternos a nuestro propio examen autocrítico. Sin él, no hay avance posible, y les confieso que nunca quedamos satisfechos del todo. Está bien que así sea, pues nuestro afán es, en la medida de lo posible, hacer cada día las cosas un poquito mejor.

Y, en tercer lugar, la confección y presentación de la Memoria anual, que celebramos con un acto con multitud de invitados de entre los muchos que colaboran a diario con Fundación Cajasol, nos permite reforzar el contacto con todo ese entramado civil -desde asociaciones a Administraciones Públicas, desde cofradías a personajes del mundo del arte, la cultura o del deporte– con el que nuestra entidad tiene tejida una alianza que nos permite, a unos y a otros, llegar donde posiblemente no podríamos hacerlo en solitario.

Este esfuerzo conjunto es el que permite que las actividades de nuestra Fundación se extiendan por todas las provincias de Andalucía en los diferentes ámbitos de actuación: la acción social, la cultura, el emprendimiento y la formación.

A agradecerles a todos ellos su colaboración quería dedicar las últimas palabras de este post. Cuando presentemos la Memoria, posiblemente ya en el mes de junio, trataré de compartir con todos ustedes algunos detalles de la misma.

Y, como siempre, amables lectores y lectoras, gracias por su atención.

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