Primero, porque es difícil condensar en unas pocas palabras una trayectoria tan brillante y fructífera como la tuya. Por lo demás, es tan conocida y tan prestigiosa que nada de lo que yo añadiera sobre ella aportaría mucho.
En segundo lugar, porque sé que los que hoy nos han acompañado estaban ansiosos por oírte, algo que comprendo y que comparto porque como economista y como simple ciudadano tengo mucho interés en conocer el punto de vista de un intelectual cabal, de un investigador tenaz, de un docente muy estimado por sus alumnos y, por último, y no menos importante, de un ciudadano comprometido con su país y con su tiempo.
Ya he dicho dos veces la palabra “ciudadano” y no la repetiré más porque también de todos es sabido que Luis ha dado un importante paso adelante y, con permiso de las primarias, dentro de poco va a adentrarse en el no siempre fácil camino de la política de cara a las elecciones europeas de la próxima primavera. Qué menos que desearle suerte.
Simplemente querría añadir dos cosas sobre nuestro invitado, que me interesan sobremanera.
En primer lugar, es un hombre de gran capacidad analítica y anticipatoria lo cual, si siempre es importante, lo es ahora mucho más cuando vivimos en un mundo sometido a cambios cada vez más vertiginosos, fruto sobre todo del exponencial desarrollo de las tecnologías, a las que, por cierto, ya hemos dejado de llamar “nuevas”, prueba evidente de la velocidad del cambio en todos los órdenes.
En este sentido, cuando uno va en un bólido que se desplaza a mucha velocidad, es verdad que es importante tener agilidad para tomar las curvas y no descarrilar. Esa adaptación al cambio es importante para las personas, las empresas y los países. Pero, en mi opinión, más importante aún es saber el camino que uno quiere tomar.
Y es precisamente en este aspecto fundamental en el que destaca Luis Garicano que es, creo que huelga decirlo, un hombre con criterio propio que no se limita a decir cómo son las cosas ni cómo van a ser, sino también a explicar, con esas dotes de docente que siempre le acompañan, cómo deben ser para que, por decirlo en términos llanos, el mundo y nuestras vidas vayan cada día un poquito mejor y no al contrario.
En su libro de sugerente título ‘El contraataque del liberalismo’, Luis explica el desconcierto de mucha gente ante esos cambios vertiginosos a los que antes hacia referencia y que son causa y a la vez consecuencia del complejo fenómeno de la globalización.
Pero creo que ese desasosiego al que él se refiere tiene que ver también con un temor que es muy simple y muy humano: que las cosas vayan a peor y que corramos el riesgo de perder todo lo mucho y bueno que hemos avanzado no diré a lo largo de toda la historia –porque nadie cree que vayamos a retroceder a Atapuerca— pero sí en los últimos 70 años, cuando Europa se dispuso a reconstruirse después de la devastadora guerra mundial.
Una reconstrucción que no solo fue económica sino social, política y diría que humana: una Europa ejemplo de convivencia, de progreso y de libertades.
A alertar de los peligros que encierran los populismos y los nacionalismos exacerbados, a marcar una hoja de ruta para preservar esos avances en medio de cambios muy profundos que afectan a nuestra forma de trabajar, de comunicarnos y relacionarnos, a la fisonomía de nuestras ciudades y el propio ecosistema del planeta, dedica Luis buena parte de su tarea.
En fin, como dijo una vez Francisco Umbral en una noche no sé si memorable, pero que en todo caso todos recordamos, Luis Garicano vino aquí a hablar de su libro. De su libro, y de lo que quiso, naturalmente.
Y nosotros vinimos con mucho gusto a escucharle.