Un vínculo, el idioma, y un papel unificador que hemos querido homenajear como puente indiscutible en todas las relaciones entre España y nuestros hermanos americanos. Y lo hemos hecho precisamente en el corazón de Sevilla, una ciudad que brilló como capital de ese particular Mare Nostrum hispánico, como define al Atlántico la prestigiosa americanista sevillana Enriqueta Vila.
La RAE, con tres siglos de historia a sus espaldas desde que la fundó el octavo Marqués de Villena, no está sola en esta vigilancia lingüística que protege la esencia de nuestro idioma común. Le acompañan en la misión otras 23 academias de América y Filipinas que conforman la Asociación de Academias de la Lengua Española, también presidida por el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado.
En este punto, tengo necesariamente que recordar la cumbre que acogió Sevilla y la sede de la Fundación Cajasol el pasado año 2019. Aquella edición número XVI del Congreso de Academias de la Lengua convirtió a Sevilla en la gran capital del idioma que ya fue en los tiempos en que todos los lazos con América partían de esta ciudad.
Contamos entonces con la presencia de decenas de especialistas venidos desde todos los puntos del universo que habla en español, una comunidad de nada menos que 600 millones de personas repartida en tres continentes y diferentes países y culturas.
Además de estos representantes de todas las variedades lingüísticas del castellano, que debatieron sobre el futuro del español y marcaron la política a seguir por todas las academias hispanoamericanas para preservar la unidad del idioma, pudimos admirar en vivo a grandes estrellas de las letras como Vargas Llosa. Fue un gran acontecimiento que tuvimos la suerte de acoger en nuestra sede, sin duda uno de los eventos más importantes que hemos tenido la oportunidad de impulsar en nuestra ya larga trayectoria como dinamizadores y promotores culturales.
La RAE y todas las Academias de la Lengua realizan una gran labor científica, de estudio y cuidado del español, sin olvidar otras cuestiones tan importantes como la edición de libros y otras que tienen que ver con los avatares de una lengua en permanente evolución al ritmo de los cambios sociales, como el impacto de Internet.
Nuestra tierra tiene la suerte de seguir estrechamente vinculada a este trabajo impagable de seguimiento y acogerá muy pronto una nueva cita de las instituciones que como la Real Academia velan por este tesoro que compartimos con la otra orilla del Atlántico. Me refiero al IX Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará en Cádiz del 27 al 30 de marzo de este mismo año.
El tema que abordará este próximo encuentro internacional no puede ser más acorde al perfil cultural y social de la ciudad andaluza: lengua española, mestizaje e interculturalidad. Mestizaje e interculturalidad son dos buenas definiciones también para explicar el devenir de nuestro idioma y la propia manera en que la RAE desarrollar su labor.
El papel de Andalucía en el español
De este mestizaje, de “este mosaico de dialectos” con múltiples influencias que es el español -tomando prestadas las palabras del gran lingüista Humberto López Morales– hay huellas evidentes y documentadas de Andalucía. Y aquí me van a permitir, queridos amigos, un breve apunte histórico.
Como muy bien nos relata Carmen Marimón Llorca en su trabajo recopilatorio del español en América, en esta diversidad dialectal jugó un gran papel predominante el habla andaluza por obra y gracia de la procedencia regional de los colonos y las expediciones de hombres que desembarcaron en el Nuevo Mundo.
La colonización, a decir de los expertos, fue planificada en Castilla y gestionada principalmente en Andalucía, que aportó de 1492 a 1580 más del 35% del censo de colonos. Cerca del 17% eran extremeños y otro 15% castellanos, siendo el resto de diversa procedencia. Este claro predominio de las hablas andaluzas se refuerza con el dato de que las tripulaciones de los barcos eran también mayoritariamente del sur de España.
Con estos datos se pone de relieve que si la lengua española une a todos los países de habla hispana, a los andaluces nos vincula mucho más porque nuestra habla dejó, desde los primeros momentos del encuentro entre aquellos dos mundos, una impronta indeleble de la que debemos sentirnos especialmente orgullosos.
Sin duda que la lengua compartida es, por decirlo en términos de hoy, una auténtica autopista de comunicación entre ambas orillas bajo la atenta supervisión de la RAE. Comunicación afectiva, emocional, cultural, científica e investigadora, pero también económica, comercial y catalizadora de proyectos conjuntos en todos los órdenes.
Y en este nuevo momento histórico que vivimos creo que cada una de las instituciones y entidades comprometidas con ese gran proyecto llamado Hispanoamérica, debemos aliarnos, honrar nuestras raíces y plantearnos qué lugar queremos ocupar en esta nueva etapa que se abre paso tras la pandemia. Por nuestro pasado común, desde luego, pero especialmente por nuestro futuro.
Y cómo no, tenemos que celebrar y valorar que la Real Academia Española, cabecera del resto de instituciones americanas y del resto del mundo, esté pilotada desde 2018 por el cordobés de Pozoblanco, Santiago Muñoz Machado, reconocido escritor y jurista que ha recogido el galardón en nombre de la RAE y de sus académicos. A todos ellos los reconocemos también, un total de 486 eminencias en diferentes disciplinas desde que se fundó la institución en 1713.
No es el momento de hacer una semblanza personal para un premio que ha sido otorgado a la institución, pero me van a permitir que destaque del director, recién renovado en su cargo hasta 2026, una cuestión que habla mucho y bien de Santiago Muñoz Machado y de otra de las esencias de la lengua y de la propia trayectoria de la RAE, una experta en integrar todas las voces.
Me refiero a la libertad, uno de los más altos valores humanos y tan estrechamente vinculado con la palabra, con el discurso, con las letras y con la lengua. Por eso, una de las variantes más genuinas de la libertad es la libertad de expresión, a la que el actual máximo responsable de la RAE dedicó su discurso de ingreso en la entidad, titulado Los itinerarios de la libertad de palabra. Se trata del director número 31 de la Academia, que también estuvo encabezada en otra época por figuras como Menéndez Pidal.
Según ha afirmado el propio Santiago, lo más valioso de la Academia son sus académicos, una pluralidad de voces y un nivel de excelencia que garantizan la calidad de su tarea. Los nombres más brillantes de la ciencia o las letras han pasado por sus filas a lo largo de su historia, desde Jacinto Benavente o Jorge Guillén a la ultima de sus incorporaciones, Paloma Díaz-Mas, catedrática especialista en estudios sefardíes.
Figuras de máximo prestigio para llevar a buen puerto un mandato complejo que se apunta en el primer artículo de los estatutos de la RAE: “velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”.
Unidad, libertad, integración de todas las voces, mestizaje, prestigio y excelencia definen por tanto la misión y la trayectoria de la Real Academia Española, institución que se ha alzado como Premio Iberoamericano Torre del Oro por su contribución a ese gran cordón cultural que une a la gran comunidad nacida del Encuentro de Dos Mundos hace ya más de 500 años. Sin contar a los millones de personas que en todo el planeta aprenden español como una forma inequívoca de amar nuestras señas de identidad cultural.
Como dijo el Rey en uno de sus últimos discursos, este galardón es un reconocimiento más al español como valor superior de nuestra cultura.