Y es que en tiempos como los que vivimos, marcados desde hace años por la incertidumbre y la inestabilidad política, que han venido a acortar las etapas de gobernabilidad y a promover ciclos electorales más frecuentes, conocer de antemano el comportamiento del electorado resulta un verdadero galimatías.
Sin embargo, y a pesar de las serias dificultades que supone prever el mapa electoral resultante tras los diversos procesos electorales, también es cierto que este se ha convertido en uno de los asuntos que mayor interés y demanda generan.
No solo los partidos políticos de todo color y tendencia ansían obtener datos certeros que puedan darle alguna pista sobre sus -más o menos- acertadas estrategias de campaña y poder así reorientarlas o reforzarlas a tiempo, también los propios analistas y medios de comunicación se afanan en identificar al sociólogo con mayor tino electoral que les adelante una realidad que solo se materializará tras el ejercicio libre, individual y democrático del voto.
Pero lo cierto es que las previsiones electorales se han vuelto tan volátiles como la propia actividad en que centran su análisis. Las encuestas no parecen ponerlo fácil, pero son la herramienta más útil disponible.
Por eso, todo lo que suponga avanzar en la actualización y la mayor comprensión de un instrumento que analiza y profundiza en el comportamiento del votante, desde luego será un esfuerzo que merezca la pena.
A menudo nos situamos al otro lado de las encuestas, donde sencillamente nos resulta cómodo juzgar los aciertos o desaciertos de los profesionales que desarrollan este trabajo. Pero más allá de los más prestigiosos nombres, que últimamente también compiten entre ellos a ritmo de campaña electoral –todos tenemos en la cabeza, cómo no, las polémicas entre Tezanos y Michavila–, la realidad es que detrás de esta actividad hay amplios equipos conformados por formadísimos expertos cuyo trabajo merece un reconocimiento mucho mayor que el de haberse acercado más o menos al resultado extraído de las urnas.
Tengo que felicitar al Grupo Joly por traer a la palestra un asunto de gran interés, y a los autores de ‘La cocina electoral en España’, investigadores de primer nivel, por permitirnos a través de su lectura descubrir determinadas claves de una tarea que resulta de compleja comprensión para la gran mayoría de los ciudadanos.