Para la Fundación Cajasol es un honor acoger este acto y seguir colaborando con la Fundación Antonio Gala y con otras entidades para promover, con diferentes actuaciones, el mayor reconocimiento al genial escritor afincado en Córdoba.
En esta ocasión, la obra de la editorial Almuzara que nos ha reunido pone el acento en su profunda conexión con la esencia de Andalucía, con su cultura, con sus costumbres y, sobre todo, con sus gentes. Es verdad que su talento para llegar a lo más profundo, para captar la esencia de las cosas más sutiles y complejas -del hombre, de la vida, del amor-era prodigioso y define toda su obra. Y, en este sentido, desentrañó como pocos la complejidad de la identidad andaluza. Una identidad andaluza con la que se identificaba apasionadamente pese a que, como saben, no nació en Andalucía. Sin embargo, la eligió para vivir y la eligió como principal musa de su inspiración.
Él mismo se convirtió en icono de Andalucía, en un andaluz icónico, así que esta obra recopilatoria de los mejores textos que Gala le dedicó a su tierra, a nuestra tierra, es un verdadero tributo a su memoria,a su talento literario y a su amor por la comunidad.
Muchos podemos sentir Andalucía o Córdoba con la misma intensidad que lo hacía Antonio Gala, por eso nos deslumbran las palabras con las que lo expresaba y la manera en que defendía lo andaluz. Como aquel encendido y famoso discurso con el que abrió el Primer Congreso de la Cultura Andaluza en 1978.
Polifacético en el arte de las letras, vitalista y soñador, Gala alcanzó el éxito más rotundo escribiéndole al amor, a la muerte o a la belleza, pero si hay una bandera que lo defina, esa es sin duda la andaluza.
Nuestra entidad, como decía, siempre está dispuesta a colaborar en proyectos que mantengan vivo su mensaje y su palabra, como hacemos por ejemplo cada año en la Semana Cultural Córdoba de Gala, en el festival de música que lleva su nombre o en la publicación de libros como el que hemos tenido el gusto de presentar hoy.
Finalizo estas líneas, si me lo permiten, con unas palabras del maestro que son un ejemplo del lazo eterno que lo unía a esta tierra: “Cruzo Despeñaperros, miro los olivares, respiro hondo y sé que aún estoy vivo, que de alguna manera estaré vivo siempre”.
Muchas gracias a la editorial de Manuel Pimentel por esta nueva iniciativa y muchas gracias a la Fundación Antonio Gala por su trabajo.