Pero es verdad que actos como el de anoche reúnen a lo más importante del Instituto: sus alumnos. Por supuesto, no me olvido de la representación del Claustro de Profesores, al que pertenecí en su momento, pero estoy seguro de que coinciden conmigo en que lo más importante de su trabajo es el fruto del mismo. Y ese fruto lo representa esta nueva generación de alumnos que han recibido una formación que, sin duda, les supondrá un gran aporte en sus carreras profesionales.
He hablado de una generación, pero son ya muchas, una treintena, las que han pasado por las aulas del Instituto. Alrededor de 30.000 alumnos y alumnas a lo largo de tres décadas. Profesionales que han contribuido a la profunda transformación de Andalucía dentro de una sociedad y un mundo globalizado que también ha experimentado grandes cambios.
Desde sus comienzos, el Instituto de Estudios ha compartido con la Fundación Cajasol su voluntad de ser un instrumento útil para el desarrollo y el progreso de Andalucía. Para ser útiles, también nos hemos ido transformando nosotros mismos.
Es natural que así sea: cuando nació lo que hoy es el Instituto de Estudios Cajasol, eran los años previos a la Expo y a las Olimpiadas de Barcelona, de la caída del Muro de Berlín, del fin del Apartheid en Suráfrica, y un tiempo también de fuerte crecimiento económico. Andalucía se asomaba al mundo y se asomaba a su propio futuro con mucha esperanza, con muchas expectativas y también con lógicas incertidumbres.
Con ese ánimo de superación, con esas ganas y con ese espíritu optimista y un poco aventurero nació este centro, convertido hoy en una de las escuelas de negocios más importantes del sur de Europa.
Treinta años después, nuestro compromiso y nuestra responsabilidad desde nuestra escuela de negocios es grande:
Por un lado, contribuir a sentar las bases de un crecimiento económico más sólido, con menos altibajos y también más sostenible en todos los sentidos.
Por otro, contribuir a formar una nueva generación de profesionales, de directivos y de emprendedores mejor preparados, no solo para el mundo actual, sino también para el que viene.
Y, en tercer lugar, fomentar el emprendimiento, la innovación, la capacidad de generar cambios en una sociedad que necesita de ideas nuevas y de nuevas maneras de hacer las cosas.