Incluyo también, naturalmente, al personal de Administración y Servicios de la Universidad, sin cuyo trabajo y esfuerzo la Pablo de Olavide no habría cumplido este año su primer cuarto de vida.
Gracias a ese esfuerzo, la Universidad Pablo de Olavide se ha consolidado como un referente, no solo en Andalucía, sino a nivel nacional y europeo, en cuanto a su calidad universitaria, siendo la única universidad española con todos sus centros de estudio de grado acreditados por el Consejo de Universidades, un auténtico logro del que todos debemos felicitarnos.
El sueño de contar con una segunda Universidad en Sevilla es, pues, desde 1997, una realidad que ha aportado savia nueva a la cultura, el conocimiento y la investigación no sólo a nuestra ciudad, sino a Andalucía y a España y creo que para todos los que han estado hoy presentes en el acto tendrá un significado especial que su graduación coincida con este aniversario. Para mí, desde luego, ha representado una responsabilidad añadida intervenir en una fecha tan señalada.
En la carta en la que el Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales, Juan Jesús Cambra, me invitaba formalmente a intervenir en la Ceremonia de Graduación se venía a decir que a través de ellas diera pautas y recomendaciones para su futuro personal y profesional, pero no lo he hecho porque tengo la impresión que todos estos alumnos y alumnas han recibido una muy buena formación en esta Universidad pública y que, además, gracias a ella y al tiempo compartido con sus profesores y compañeros, dentro y fuera de España en algunas de sus experiencias internacionales, además del consabido Erasmus, han ido alcanzando progresivamente un grado de maduración que les va a permitir, con sus propios recursos y herramientas, afrontar a partir de ahora su vida profesional.
Así que no he recomendado nada a nadie, pero sí, en lo que valga, he compartido algunas experiencias y puntos de vista que me han resultado útiles a lo largo de mi ya dilatada trayectoria profesional.
La primera es muy elemental, pero por eso mismo, esencial: salvo excepciones muy contadas, uno recoge el fruto de lo que siembra. De manera que, si se pone tenacidad, esfuerzo, honestidad en el trabajo y empatía con quienes nos rodean, sean compañeros, clientes o las empresas a las que se sirva, indefectiblemente irá bien en la vida.
Y, relacionado también con el esfuerzo, quisiera añadir algo más: hoy celebramos un hito muy importante en la trayectoria de estos alumnos.
Todos recordamos el momento en el que recibimos la última nota de la última asignatura de nuestra licenciatura, grado o máster.
Pero este camino de formación no puede detenerse aquí. Siempre ha sido así, pero más en este tiempo que nos ha tocado vivir, pues el ritmo de los cambios y transformaciones es vertiginoso.
Y no me refiero sólo a los cambios tecnológicos sino al impacto que tienen en nuestra forma de relacionarnos. Desde luego, personalmente, pero también de las empresas entre sí, con sus clientes y sus empleados. La propia Universidad Pablo de Olavide mantiene la esencia que la vio nacer hace 25 años, pero si nos pusiéramos a repasar los cambios que se han operado en ella, como en el resto de las instituciones de enseñanza e investigación de todo el mundo, la lista sería interminable.
Por tanto, esa voluntad de continuar aprendiendo va a ser fundamental en todas las trayectorias profesionales, de manera que otros estudios, cursos o másteres que ofrece esta Universidad u otras instituciones serán, seguramente, imprescindibles para el desempeño de estos alumnos y alumnas recién graduados.
Pero más allá de ello –y bien podría en este momento referirme a los que ofrece el Instituto de Estudios Cajasol— quiero señalar otra cosa que también considero elemental y esencial: la curiosidad. Mantenerla viva, fijarse en las experiencias de otros colegas, otras empresas e incluso de culturas distintas o lejanas, también resulta de mucha utilidad.
Hace apenas unos meses tuvimos la suerte de contar en el Club de Directivos de Fundación Cajasol con la presencia de Paul Robert Milgrom, Premio Nobel de Economía en 2020 y catedrático en Standford.
Milgrom, que es especialista en Teoría de juegos y fijación de precios, dijo, entre otras muchas cosas interesantes, una que también me pareció sencilla pero muy importante: aseguró que la preparación de hoy decide los logros del mañana. De manera que si cada día nos preparamos mejor también tendremos un mañana mejor. Y así cada día de nuestra vida porque ningún éxito ni ningún fracaso son para siempre y el mañana que tengamos va a depender de lo que nos esforcemos cada día.
Una vez le oí al actual Papa Francisco decir algo así como que en nuestros inicios es muy importante que alguien nos obligue a hacer algo que podemos y somos capaces de hacer.
No seré yo quien le quite la razón a Su Santidad, porque todos hemos tenido ese alguien en un momento u otro a lo largo de nuestra vida (unos padres, un amigo, un profesor) pero realmente el esfuerzo personal depende de unas buenas dosis de autodisciplina. Ese alguien que nos obligue solo a esforzarnos para dar lo mejor de cada uno solo podemos ser nosotros mismos.
Con su formación universitaria, estos alumnos han logrado el conocimiento y las herramientas necesarias para estar capacitados, pero es la fuerza de voluntad y la autodisciplina la que les permitirá dedicar a su trabajo las horas necesarias para para seguir estando al día en su campo de conocimiento, a leer, a invertir bien su tiempo, que siempre será, por la propia naturaleza de las cosas, escaso y, como decimos en economía, susceptible de usos alternativos.
Y hablando de leer, no sé dónde leí a alguien que decía que no sé que me pasa, que cuanto más trabajo, más suerte tengo.
Pero para que el trabajo y el esfuerzo sean realmente útiles, es necesario no solo esa fuerza voluntad, sino también fijarse unos objetivos, a corto, a medio y, en la medida de lo posible, a largo plazo.
He conocido a personas con no pocas capacidades pero que dedicaban todos sus esfuerzos a lo inmediato, al regate corto por decirlo así, y que, sin embargo, eran incapaces de imaginarse a sí mismos dentro de 10, 15 ó 20 años.
Ya sabemos que la estrategia consiste es pensar lo que uno quiere hacer y luego hacer lo que uno pueda. Pero este ejercicio de pensarnos a nosotros mismos como profesionales dentro de x años es importante, porque, más allá del esfuerzo diario, nos va a permitir algo fundamental: marcarse objetivos, que me parece imprescindible para un profesional y también para una empresa o institución.
Y es muy posible que el propio desempeño de estos alumnos y alumnas en un futuro consista precisamente a que las empresas para las que trabajen se fijen objetivos a medio y largo plazo. Imagino que mi paisano cordobés Séneca no sabía nada de empresas, pero sí de la vida y de él es la frase que dice: ningún viento es bueno si uno no sabe dónde va.
Saber dónde uno quiere ir, planificar cómo llegar allí también me ha resultado en mi vida algo simple pero esencial. Ya sé que en la vida el azar cuenta, y mucho, pero mientras más encaucemos nuestras vidas profesionales hacia objetivos claros y realistas, menos estaremos en manos del azar, que a veces nos puede jugar malas pasadas.
Y otra cosa que también resulta decisiva es el clima de trabajo que se contribuye a generar alrededor.
Hace ya algún tiempo leí en la Harvard Business Review un artículo muy interesante de Daniel Goleman, autor del archiconocido La inteligencia emocional y que lleva décadas investigando sobre liderazgo y entornos de trabajo, en el que había referencia a seis factores clave que influyen en el clima de trabajo, que es determinante no sólo para la felicidad como profesionales sino sobre todo para generar entornos de eficiencia en nuestros desempeños.
Para no extenderme, cito sólo dos: flexibilidad, es decir, capacidad de innovar y adaptarse a los cambios, y responsabilidad y compromiso hacia la organización o el cliente para los que trabajemos, o lo que es lo mismo, no pensar sólo en nosotros a la hora de tomar decisiones.
Las estadísticas confirman una y otra vez que las personas no pierden sus trabajos o no progresan en él porque no tengan la habilidad, conocimientos suficientes o el know-how técnico. Es más frecuente que la dificultad sea que no consigan llevarse bien con las demás personas o que no entiendan y cumplan suficientemente y en conciencia con los objetivos y filosofías de su organización.
En este sentido, también pienso que la autocrítica es importante. Pero como a veces cuesta mucho hacerla, al menos es conveniente que en nuestros entornos de trabajo haya un espacio para la crítica. A todos nos gusta una alabanza, pero permitidme que os diga que se aprende mucho más del reconocimiento de los errores. Para mí una crítica siempre ha sido un regalo. Eso no significa que de entrada no nos guste oírlas. Pero estar dispuestos a escucharlas, a ponderarlas y a cambiar lo que podamos hacer mejor es una herramienta también sencilla pero de tremenda utilidad.
La actitud hacia el cambio es fundamental y plantearnos no sólo por qué las cosas son cómo son sino por qué no se hacen de otra manera.
Hacer las cosas como siempre se han hecho nos da, claro, la seguridad del camino conocido y trazado y que fuera de él seguramente nos vamos a encontrar con más obstáculos.
Antes hablaba de objetivos. Si cuando nos los fijemos no le vemos obstáculos, casi mejor que nos cuestionemos si vale la pena realizar esa tarea o negocio. Correr riesgos significa evaluar los obstáculos y determinar que la posibilidad de recompensa merece el riesgo que hay que correr.
El mundo está lleno de gente que sigue el camino hasta donde este les lleve; pero en el mundo de los negocios y de la empresa necesitamos gente que ande por donde no hay camino y luego deje un rastro.
No quiero extenderme mucho más pero sí contar, casi como anécdota, algo que me dijo un amigo cuando le comenté que iba a ser padrino de esta promoción de la UPO. Me dijo: “Antonio, lo que realmente necesitan saber los alumnos de la UPO con respecto a la forma de vivir y qué hacer y cómo ser, ya nos lo enseñaban a nosotros cuando éramos niños del parvulario”.
Y no le faltaba razón y explico el sentido de lo que se aprende en preescolar y es aplicable al mundo de la empresa. Compártelo todo; Juega limpio; No pegues a la gente; Pon las cosas donde las encontraste; Limpia lo que ensucies. No tomes las cosas que no son tuyas; Cuando le hagas daño a alguien, pídele perdón; Vive una vida equilibrada, pero eso sí aprende algo, y piensa algo, juega y trabaja un poco cada día, y cuando salgas al mundo, vigila el tráfico, cógete de la mano y mantente unido.
Fuera de los muros de la universidad esperan a estos alumnos expectativas y problemas; desafíos y tentaciones; ilusiones y seguramente momentos de desánimo, pero también, en este mundo cada vez más abierto, muchísimas oportunidades.
Pero lo mejor es que su futuro depende, sobre todo, de ellos mismos. Cuentan con la suerte de haberse formado en una muy buena universidad, joven y dinámica, con un profesorado excelente y dirigida por un gran Rector, al que agradezco muy sinceramente que me haya permitido el inmenso honor de apadrinar a este brillante grupo de graduados y graduadas que, estoy seguro, van a dar lo mucho que llevan dentro para sus empresas y organizaciones, sus clientes y, en definitiva, para hacer que nuestra sociedad sea, a pesar de las dificultades, cada día un poquito mejor.