Suelo decir que lo que da prestigio a un premio no son los galardones, sino los galardonados. Estrenamos este Premio allá por el año 2018, homenajeando a Enrique Iglesias, que hoy se ha ocupado de recordarnos los muchos méritos de nuestro invitado, y en la última edición reconocimos, por ejemplo, el papel de nexo de oro que ejerce la Real Academia de la Lengua, dirigida por el catedrático andaluz Santiago Muñoz Machado. Entremedias y entre otros, nuestro Juan Sebastián Elcano, embajador no sólo de la Armada Española, sino de todo un país como el nuestro, volcado al mar desde los confines más remotos de nuestra historia o figuras como la del ex presidente colombiano Andrés Pastrana han jalonado la consolidación, pausada pero firme, de estos premios Torre del Oro.
Cuando surgió, la pasada década, la idea de instituirlos, la voluntad fue llenar un hueco que, para nosotros, la Fundación Cajasol y la Cámara de Comercio de Sevilla, resultaba clamoroso.
Sevilla, la ciudad que nos acoge, fue la capital de un mundo que, lejos de haber desaparecido con el paso de los siglos, se ha transformado en una Comunidad, la Iberoamericana, pujante y de una potencialidad extraordinaria en todos los órdenes. A aprovechar ese potencial, a profundizar los vínculos de costa a costa, desde la España atlántica y mediterránea a las orillas del Pacífico ha destinado nuestro premiado de hoy buen parte de los esfuerzos a lo largo de su trayectoria.
Y esta ciudad, capital ahora de Andalucía y seguramente la ciudad más americana del continente europeo. Como dijo el historiador francés Fernand Braudel, fallecido el siglo pasado, en Sevilla “latía el corazón del mundo”. Para auscultar ese latido nacieron estos premios y poner cada año un broche, modesto pero brillante, a nuestra historia sí, pero también a nuestro presente y futuro.
Hoy se lo entregamos a Felipe González. El carácter transformador de su obra de Gobierno creo que hoy, casi 30 años después de que dejara la Presidencia de España, es un lugar común para la inmensa mayoría de los españoles y españolas. Pero esa obra de gobierno es incomprensible sin valorar su profundo esfuerzo por ahormar un espacio fructífero de relación con Iberoamérica. Y no es que no tuviera tarea de puertas adentro, pues llegó al poder con los históricos retos de España en carne viva: la cuestión social, la cuestión nacional o territorial y hasta la llamada cuestión militar. Claro que tenía tarea, pero Felipe González era plenamente consciente de que activar esas potencialidades entre una y otra orilla de la comunidad iberoamericana era también un reto estimulante para nuestro país y los países hermanos. El legado de las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de estado y de Gobierno, que hace solo unas semanas ha celebrado su XXVIII edición en República Dominicana es sólo la punta del iceberg de aquel esfuerzo que hoy queremos, con este premio, poner en valor.
Por lo demás, es difícil hablar de Felipe González sin caer en obviedades. La primera es que cuando Felipe habla, la gente escucha.
Creo que esto sucede por diversos motivos, pero me limitaré a dos:
- El presidente González no se prodiga mucho, pero habla cuando tiene que hablar. Guste o no lo que dice, la gente intuye que cuando Felipe se pronuncia públicamente sobre un asunto, ese asunto es importante para España.
- Esa especie de autoritas de Felipe proviene también de un rasgo que tal vez no se destaque mucho y es su valentía, que seguramente nazca de la profundidad de sus más íntimas convicciones.
A Felipe se le ve, es verdad, como un político templado. No le recuerdo (tal vez alguno habrá en su dilatada trayectoria) un solo exabrupto de esos que regocijan a medio país e incomodan o repugnan al otro medio. Pero, no nos engañemos, Felipe González ha asumido muchos riesgos en su vida política. La política es cálculo, pero no hay cálculo eficiente sin una ponderada aceptación del riesgo y, perdónenme la expresión coloquial, Felipe se la ha sabido jugar en su vida política.
Felipe González, cuando apenas era una promesa, se jugó la secretaría general de su partido cuando quiso cambiar el rumbo del PSOE para tenerlo preparado y gobernar. Lo logró y protagonizó una intensa modernización de nuestra economía y de nuestro marco de convivencia.
Para que el riesgo no se troque en temeridad es muy importante saber lo que realmente arriesgamos. Unos años después de haber arriesgado el liderazgo de su partido, Felipe González arriesgó, podríamos decir que se jugó, la Presidencia del Gobierno en un referéndum, el de la OTAN, y también lo ganó.
Estoy absolutamente convencido de que hoy, la inmensa mayoría de los españoles, incluidos los que votaron no en aquel referéndum, se alegran de que Felipe arriesgara su presidencia en vez de poner en riesgo a su país que, de haber abandonado la Alianza Atlántica justo después de su histórico ingreso en la Unión Europea, no tendría el peso y la influencia internacional que ahora tiene y muy posiblemente no hubiera tenido la capacidad de promover una gran autopista de relación entre España e Iberoamérica, que se tradujo en un flujo de inversiones de las empresas españolas en América, impensable unos pocos años atrás y que, con los vaivenes propios de las coyunturas económicas, aún se mantiene.
Cuando se desacredita la Política a cuenta de los episodios no siempre gratificante a los que asisten, un poco cansados, los ciudadanos, se olvida que la política también es y fundamentalmente debiera ser, el impulso a los grandes proyectos como los que jalonan la vida política de Felipe González, sin duda un ejemplo de liderazgo que consiste en algo elemental: abrir un camino y que otros te sigan.
Desde la Fundación Cajasol llevamos mucho tiempo promoviendo la conexión americana de Sevilla y de Andalucía desde diferentes proyectos y ámbitos, además de colaborar, entre otros, con la Cámara de Comercio en el proceso de internacionalización de las empresas sevillanas.
Trabajar en la medida de nuestras posibilidades por el entendimiento y el diálogo entre territorios e instituciones que comparten una misma matriz cultural es una misión prioritaria que nos ocupa desde nuestros orígenes, y en el actual contexto de constantes incertidumbres políticas y económicas, se vuelve una tarea más imprescindible que nunca.
El contexto en el que ahora se desenvuelve una institución como la nuestra es, sin duda, muy distinto al que nuestras instituciones antecesoras, las cajas de ahorros, que tanto aportaron al desarrollo y vida de nuestro país durante casi dos siglos.
Pero puedo decir con orgullo que todos esos cambios no han alterado una parte genuina de nuestra misión como un instrumento de vertebración de nuestra sociedad, de estímulo al emprendimiento, de activismo cultural y cívico. A ese objetivo supimos adaptarnos y también me siento orgulloso de no haber bajado el pistón en nuestra obra social, a la vez que hemos convertido este espacio, esta gran manzana cultural en el corazón de Sevilla y otros repartidos por toda Andalucía, como el mayor foro de encuentros de todo tipo, muy diversos y distintos, pero marcados por la pluralidad como rasgo distintivo y el respeto a todas las opiniones y debates.
La muy plural representación entre los invitados es una prueba de ello. Agradezco especialmente la presencia del Sr. Presidente de la Junta de Andalucía, de los expresidentes de la Junta de Andalucía: los Sres. Borbolla y Chaves y la Sra. Díaz, el exvicepresidente, Alfonso Guerra, así como del alcalde de nuestra ciudad, José Luis Sanz, y al Secretario general del PSOE Andalucía, Juan Espadas.
Es también un orgullo haberlos tenido a todos en esta casa, que es la de todos.