La mirada crítica y poco complaciente de Ricardo Suárez sobre su ciudad no es nada nuevo, pero sí lo es el enfoque que aporta esta muestra y las circunstancias especiales en las que se crearon estas obras inéditas de los últimos años, como nos ha explicado su protagonista durante la inauguración.
Reitero desde estas líneas mi agradecimiento y mi enhorabuena a Ricardo Suárez por su trabajo, una colección que desde hoy forma parte de nuestras propuestas culturales del otoño en Sevilla. Es un gran honor para la Fundación Cajasol poder facilitar contenidos de este nivel artístico.
Como sabemos, Ricardo logró el hito de acercar el arte contemporáneo al mundo cofrade, toda una revolución. Y sigue innovando y rompiendo moldes en cada uno de sus proyectos sin renegar nunca de sus señas de identidad ni de las tradiciones de nuestra tierra. Todo lo contrario, pese a su rotunda apuesta por la modernidad ejerce a la perfección como guardián de las esencias de un legado histórico.
Parece un equilibrio difícil, pero lo consigue. Y lo hace tomando distancia, observando la vida en las calles de la ciudad y poniendo el dedo en algunas llagas y algunos excesos que se cometen de cara a la galería. Creo que el título de esta exposición resumen muy bien sus intenciones y el foco de sus críticas.
Una obra fresca, un creador consolidado y siempre el mismo espíritu independiente que nos alerta, por ejemplo, del peligro de que Sevilla diluya su personalidad y su sello más esencial por factores como el peso cada vez mayor del turismo.
Una mezcla bien equilibrada de tradición y modernidad que también define nuestra actividad y el criterio que empleamos a la hora de seleccionar los contenidos culturales que ofrecemos en la Fundación Cajasol.