Para ampliarlo y llenarlo de oportunidades nace este galardón, que no puede tener mejor emblema que la persona que hoy nos acompaña, Enrique Iglesias, un hombre profundamente enraizado con la comunidad iberoamericana.
No me corresponde a mí extenderme sobre la trayectoria de Enrique Iglesias, pero solo con decir que sin duda es la personalidad que ha asistido a más cumbres iberoamericanas desde su nacimiento en 1991 –hasta hace unos años a todas, no sé si se habrá perdido alguna en los últimos tiempos— nos da un poderoso indicador de su contribución al fortalecimiento de los lazos entre ambas orillas del Atlántico.
Este premio Torre del Oro nace, precisamente, con esa vocación: estrechar los vínculos entre ambas orillas y pocos lugares, por no decir ninguno, mejor que Sevilla como cuna del mismo.
Sevilla es, desde su origen, una ciudad Atlántica y por eso esta ciudad fue el corazón del hermanamiento entre España y América. No es solo el comercio –pocas joyas como el Archivo de Indias para acreditarlo— sino un sinfín de nexos, desde la botánica hasta el acento de nuestra lengua los que nos unen.
Y junto a ese fecundo pasado, un presente en el que crece la conciencia de que entre Sevilla y América se abre todo un mar de oportunidades.
En ese contexto, para la Fundación Cajasol es todo un reto afrontar el que sin duda uno de los proyectos más ilusionantes que tenemos por delante en este terreno: la gestión de las Atarazanas de Sevilla, que a la vuelta de unos pocos años –los que termine en culminarse la compleja restauración que dirige el prestigioso arquitecto Vázquez Consuegra— se va a convertir en un extraordinario espacio de encuentro entre el continente americano y la más americana de las ciudades españolas.
Desde la Fundación llevamos años labrando este terreno, colaborando con la Cámara de Comercio en el proceso de internacionalización de empresas sevillanas, cuyo negocio con América abre un sinfín de expectativas, o con otras iniciativas que están teniendo una gran acogida como nuestra colaboración con la Fundación Nao Victoria, una muestra palpable del interés que suscitan iniciativas de corte iberoamericano no solo en Sevilla sino en toda Andalucía y España.
Por cierto, que en un par de días (a partir del sábado 6), por primera vez va a poderse contemplar la Nao Victoria junto a la Nao Santa María y el Galeón Andalucía en el Puerto de Málaga en un Festival Marítimo que me permito recomendarles.
Por tanto, este que hemos dado hoy es un paso más, pero especialmente importante para estrechar lazos en todos los órdenes. Si hace más de dos siglos la primera Constitución Española se definía como la reunión de los españoles de los dos hemisferios, con este Premio Torre del Oro nos acercamos un poco más al conjunto de la Comunidad Iberoamericana.
Hacerlo de la mano de una personalidad tan querida y reconocida como Enrique Iglesias es, sin duda, un augurio de que será un camino aún más fructífero.
También lo ha sido contar en este acto con la presencia de las instituciones de Sevilla y Andalucía, así como de la Confederación Iberoamericana de Cámaras de Comercio y de la Asociación Industrial Portuguesa, a quienes agradezco profundamente su apoyo y que conocen perfectamente la mejor disposición de la Fundación Cajasol para avanzar juntos en este y otros proyectos que abran nuevos espacios de cooperación en beneficio de todos.