De un lado, José Rodríguez de la Borbolla, ex presidente de la Junta de Andalucía y uno de los personajes clave de la socialdemocracia española. De otro, Juan Ignacio Zoido, ex alcalde de Sevilla y ex ministro del Interior en el último Gobierno del PP bajo la Presidencia de Mariano Rajoy.
Hoy, 31 de octubre, se cumplen precisamente 40 años desde que las Cortes Españolas –Congreso y Senado— aprobaran el texto constitucional que habría de ser sometido a referéndum unas semanas después, el 6 de diciembre de aquel año.
Ese mismo día, dos militares de alta graduación fueron asesinados en las calles de Madrid por un comando de ETA y el día anterior, un grupo de ultraderecha había enviado un paquete bomba al diario El País, un buque insignia de la prensa española desde la Transición, asesinando a un empleado e hiriendo gravemente a otros dos.
He querido citar estos hechos, por dolorosos que resulten, para situarnos en la España de aquel momento, tan distinta de la que disfrutamos hoy. Y también lo hago porque a veces tengo la impresión de que no se hace siempre una valoración cabal de la enorme aportación que la Constitución ha hecho a la vida de nuestro país.
No soy historiador, ni tampoco jurista, pero creo que la de 1978 es posiblemente la Constitución que más ha aportado a la paz, al progreso y a la modernización de nuestro país.
Jornadas como las celebradas en el teatro Cajasol, que suponen una continuación de las que tuvieron atrás hace solo un mes en el Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, cuna de la Constitución de 1812, no son solo oportunas por la efeméride, sino que también son necesarias si queremos analizar adecuadamente la historia reciente de España.
Borbolla y Zoido, con la discreta y excelente moderación de la delegada de El País en Andalucía, Eva Saiz, dibujaron, cada uno desde su peculiar perspectiva, un retrato de la política que ha hecho avanzar este país y que ha hecho de España una nación moderna, mucho más justa de la que vio nacer la Constitución y un modelo de convivencia democrática.
Sin autocrítica, es verdad, no hay avance posible y por supuesto es necesario reflexionar sobre lo que no se ha hecho bien y sobre todo lo que queda por hacer. Pero al mismo tiempo es necesario que nuestro país, y también Andalucía, sean objeto de un análisis cabal y ponderado, porque es mucho lo avanzado en términos de progreso y bienestar y, lo que no es poco, en un clima de concordia democrática.
Para la Fundación Cajasol es importante constituirse en un lugar de encuentro y, como señalaba en un post anterior, un espacio de diálogo y memoria. Contribuir a esa tarea es para todos nosotros un estímulo en nuestro trabajo y por eso seguiremos avanzando en cuantas iniciativas se planteen por parte de las entidades de la sociedad civil en esa dirección.
Poco a poco, iremos comentándolas en este blog, por cuyo seguimiento les estoy a todos muy agradecido.