En mi intervención, agradecí al Santo Padre su respaldo a este congreso y subrayé la importancia de la gran obra social que realizan las hermandades a lo largo y ancho de Andalucía. Estas entidades desempeñan una labor imprescindible en nuestra sociedad, y desde la Fundación Cajasol trabajamos codo a codo con muchas de ellas dentro de nuestra acción social, sumando esfuerzos para llegar a quienes más lo necesitan.
Uno de los momentos más especiales del encuentro fue cuando pude entregar personalmente al Papa Francisco obras de gran valor simbólico. Por un lado, le llevé un ejemplar de El divino impaciente, de José María Pemán, un libro que él mismo ha reconocido en varias ocasiones como una de las lecturas que más le han marcado. Tuvimos la oportunidad de comentar que conocía esta obra profundamente, ya que había llegado a representarla en su juventud, algo que él mismo confirmó con una sonrisa cercana. El divino impaciente recrea la vida de San Francisco Javier, ejemplo de misión y entrega, valores que el Papa destaca como esenciales en su mensaje pastoral.
También quise entregarle el libro Sevilla en clausura, de Ismael Yebra y el fotógrafo Antonio del Junco, una obra singular que refleja, con una gran sensibilidad y respeto, la vida cotidiana de las religiosas de clausura de los catorce conventos sevillanos. Este trabajo es un homenaje a esas mujeres que dedican su vida al silencio, la oración y el recogimiento, optando por un camino de entrega total. Su vocación es un testimonio valioso de espiritualidad y servicio, profundamente ligado a las raíces de nuestra tierra.
Este encuentro fue una oportunidad para reafirmar la importancia de preservar y proyectar nuestras tradiciones, siempre desde una mirada hacia el futuro y con el compromiso social que define nuestro trabajo en la Fundación Cajasol. Sin duda, será un recuerdo imborrable y un estímulo para seguir avanzando en nuestra labor.