Pronunciar esta intervención supone, además, una gran responsabilidad, como lo es haber pasado a ingresar en esta Casa como académico correspondiente.
Entre figuras tan destacadas en el ámbito de la cultura, las artes y la investigación cordobesas no puedo ni pretendo competir en erudición.
Sin embargo, sí pensé que podría ser de utilidad para todos que centrara mi intervención en un ámbito que conozco bien, el mundo de las Fundaciones, y del que recientemente ya forma parte nuestra veterana entidad con la constitución de la Fundación Pro Academia de Córdoba, cuyo fin principal es garantizar la sostenibilidad de la Academia y permitir que se afronten con garantías de éxito algunos proyectos largamente pospuestos como la rehabilitación de la sede de la calle Ambrosio de Morales.
Es verdad que cuando hablamos de Fundaciones nos referimos a un conjunto muy heterogéneo de entidades, realidades muy diferentes tanto desde el punto de vista de tamaño, área de actividad y maneras de desarrollar la misma.
De esta manera, podríamos distinguir, grosso modo, cinco tipos de fundaciones:
La de carácter familiar o patrimonial, es decir, aquellas que se nutren de los fondos aportados por una persona física o una familia. Este es un modelo bastante extendido en EEUU. Para que se haga una idea: un estudio de los profesores Marta Rey e Ignacio Alvarez revela que el 85% de las familias propietarias de las cien principales empresas de EEUU controlan fundaciones, porcentaje que en Alemania desciende al 50% y que, en España, por el contrario, apenas rebasa el 20%.
En segundo lugar, contamos con las fundaciones que tienen su origen en corporaciones o empresas y que se nutren de fondos de estas. El gran boom de este tipo de fundaciones se produjo a finales de siglo pasado y a principios de este, fundamentalmente para ser instrumento para el desarrollo de los programas de responsabilidad social corporativa, que evidentemente mejoran la reputación y la imagen de las empresas fundadoras al tiempo que facilitan su relación con la sociedad.
También otro dato para que lo tengan en cuenta: el 75% de las empresas del IBEX controlan fundaciones de estas características, que en España son alrededor del 11% del total.
En tercer lugar, nos encontramos con las fundaciones controladas por otras entidades sin ánimo de lucro, como es el caso de la Fundación Pro Academia y cuyos objetivos generales son los que ustedes conocen, desde la captación de fondos a la financiación de proyectos concretos como el que acabamos de citar de la sede de nuestra academia.
Finalmente, les cito dos últimas tipologías de fundaciones: las impulsadas y controladas por las Administraciones Públicas, que buscan beneficiarse de la flexibilidad característica de la gestión privada de las fundaciones.
Y, por último, las fundaciones en cuyos patronatos podemos encontrar personas físicas y jurídicas muy diversas, desde empresas a Administraciones Públicas.
Por darles una pincelada final a esta primera aproximación, les traslado resumidamente unos datos del Tercer Informe del Sector Fundacional de la Asociación Española de Fundaciones, relativos a los ámbitos de actividad:
- En torno al 46% de las fundaciones ejercen su actividad en el ámbito de la cultura.
- Alrededor del 36% en el mundo de la investigación e innovación.
- Un 27% en la esfera educativa.
- Y un 21% de las fundaciones se centran en la acción social.
El resto (religiosas, relaciones internacionales, etc.) son porcentajes menos relevantes.
Esto nos da un primer dato relevante para la Fundación Pro Academia: está en un segmento muy solicitado por los ciudadanos, de ahí la proliferación de fundaciones en este ámbito, pero también se trata de un segmento en el que podemos decir que hay mucha competencia, lo cual puede ser importante por ejemplo a la hora de captar fondos.
En este punto, tengamos en cuenta un aspecto significativo: mientras en EEUU, el 82 de la financiación de las fundaciones tiene su origen en donaciones familiares, en España esta financiación se diversifica: una parte tiene su origen en donaciones privadas, pero también es significativa la captación de subvenciones públicas y los ingresos procedentes de la prestación de servicios por parte de las propias fundaciones.
Porcentualmente, y ya termino con las cifras, más de la mitad de la financiación de las fundaciones procede de donaciones privadas y subvenciones públicas, en una proporción aproximada de 70/30 (70% donaciones privadas, 30% subvenciones públicas).
La otra mitad de la financiación se reparte en un 35% de prestaciones y venta de bienes y apenas un 10% tiene su origen en rendimientos de su patrimonio. En España no llega al 40% las fundaciones con patrimonio propio que genere rendimientos, mientras que en Europa ese porcentaje se eleva al 65%.
Bien, me ha parecido oportuno ofrecerles esos parámetros porque considero muy necesario que conozcamos, hasta donde nos sea posible, el terreno de juego en el que nos desenvolvemos.
En este sentido, les avanzo que, con el objetivo de alcanzar un conocimiento profundo de la realidad del sector fundacional en Andalucía, desde la AFA estamos elaborando un ‘Estudio del Sector Fundacional en Andalucía’ en colaboración con la Fundación San Pablo Andalucía CEU.
Ya en 2011, en plena crisis económica, la AFA publicó el Directorio de Fundaciones Andaluzas donde se recogían datos de las fundaciones andaluzas referidos a los ejercicios 2008 y 2009. Estamos afortunadamente en una situación económica totalmente distinta y, pese a las dificultades, más favorable, y creemos que ha llegado el momento de volver a analizar el sector, para calibrar el desarrollo del sector que nos permita reflejar las tendencias en cuanto al perfil de estas instituciones.
Bien, en este análisis somero hemos abordado elementos diferenciadores y ahora creo oportuno destacar, por el contrario, el elemento común entre todas las fundaciones. Aparte de su régimen jurídico específico, hay un criterio que unifica a todas estas entidades: que se trata de entidades no lucrativas, la búsqueda del bien común, aportar a la sociedad con una flexibilidad y velocidad a la que en muchas ocasiones no pueden llegar las Administraciones Públicas.
Ahora bien, y este es un primer mensaje importante que quería darles: no debemos confundir el carácter no lucrativo con el voluntarismo.
Es verdad que las fundaciones muchas veces se debaten en un difícil equilibrio: cubrir necesidades sociales, que es su objetivo primordial, y hacerlo al mismo tiempo manteniendo criterios de eficiencia y de sostenibilidad de la propia institución.
Tengamos las cosas claras: o hacemos las cosas bien y de manera eficiente y racional o más temprano que tarde tendremos que abandonar nuestros propósitos, por ser insostenibles, perjudicando con ellos a nuestros beneficiarios, que son muchos.
Muchísimos, diría yo: de acuerdo con el citado estudio de la Asociación Española de Fundaciones, en España son destinatarios de la acción de las Fundaciones alrededor de 36 millones de beneficiarios.
Lógicamente, se trata de estimaciones y, aun dentro de estas, la diversidad también es grande porque hay quien se beneficia de la actividad de una fundación simplemente asistiendo a una exposición o una conferencia y hay quien, por el contrario, recibe una subvención para investigar o una ayuda para cubrir necesidades básicas.
Pero dentro de esta disparidad, las cifras son concluyentes de que la labor de las fundaciones se extiende a un número muy amplio de personas y entidades. Preservar esa tarea, lógicamente, una tarea fundamental porque cuando la labor benefactora de una Fundación cesa, los perjudicados son muchas personas, entidades y colectivos.
En este sentido, la clave de bóveda para mantener ese equilibrio entre acción benefactora y sostenibilidad de la Fundación no es otra que la imprescindible profesionalización de la gestión de las fundaciones.
Estamos de acuerdo en que se trata de entidades sin ánimo de lucro, pero eso no quiere decir que no se busca un beneficio. Claro que se busca, aunque no se trata de un beneficio propio, sino el de la sociedad.
A veces en términos genéricos, como cuando se ofrece al conjunto de la sociedad una herencia cultural, como puede ser el caso de la Fundación pro Academia, y a veces cuando se beneficia a determinados colectivos, como son muchos de los beneficiados, por poner solo un ejemplo, de la Fundación Cajasol.
Para encontrar ese beneficio es absolutamente necesario que la gestión de las fundaciones esté profesionalizada. Desde que accedí a la Presidencia de la Asociación de Fundaciones Andaluzas (AFA) esa ha sido, junto con mi equipo, una de mis grandes obsesiones.
La formación permanente de los gestores, su cualificación, la aplicación de métodos de gestión avanzados son herramientas sin las cuales toda la buena voluntad –por eso hablaba antes de voluntarismo— puede irse al traste.
Además, tengamos en cuenta que de la actividad del sector fundacional también se benefician los trabajadores directos e indirectos.
En el conjunto de España, y pese al retroceso que se ha producido —como en el resto de sectores de producción y servicios— durante la crisis, hay alrededor de 200.000 empleos directos vinculados a las fundaciones y otros 100.000 indirectos como consecuencia de las numerosas tareas que las fundaciones externalizan. Y por supuesto siempre que hablemos de fundaciones debemos citar al amplio número de voluntarios –alrededor de 120.000—y patrones no remunerados que colaboran con nuestras entidades.
Esta exigencia de profesionalización también supone un compromiso con esta nada desdeñable cifra de trabajadores de sector, cuya continuidad depende en gran medida de que las entidades se organicen de forma eficiente.
En este sentido, de la misma manera que tenemos clara la distinción entre una empresa mercantil y una fundación, con la misma convicción les digo que las fundaciones tienen que asimilar muchos de los procedimientos de las empresas privadas para ser realmente eficaces y garantizar su sostenibilidad y viabilidad.
Esto incluye, evidentemente, una gestión racionalizada y prudente desde el punto de vista financiero
No olvidemos que las fundaciones también se desenvuelven en un contexto de competitividad: competimos, por ejemplo, por captar fondos y diversificar las fuentes de financiación.
Y es verdad cuando más eficaz sea nuestra gestión, más fuerza moral y social vamos a tener para que se incrementen las ventajas fiscales con las que cuenten las empresas y las personas físicas para hacer contribuciones a las fundaciones. Posiblemente no sean realidades homogéneas, pero es evidente que nos gustaría avanzar hacia situaciones regímenes fiscales más beneficiosos como los existentes en países como EEUU o Alemania, Italia y Francia, con desgravaciones hasta el 75%.
Competimos también por ofrecer servicios y ofertas atractivas e innovadoras, lo cual nos exige, como hemos dicho tantas veces, reinventarnos y mostrarnos proactivos para adaptarnos a una realidad cambiante.
Y competimos, como cualquier empresa, por hacer más y mejor con menos recursos para obtener mayor rendimiento, que, en nuestro caso, es tanto como hablar de repercusión de nuestras actividades.
Y en este ámbito de competitividad bien entendida, junto a la profesionalización de la gestión, hay otro ámbito en el que tenemos que mejorar y profundizar, y me refiero a la comunicación en sentido amplio.
Un reciente informe de Sigma 2 refleja una valoración globalmente positiva de las fundaciones en España, tanto en valoración como en conocimiento.
Sin embargo, hay dos aspectos que conviene cuidar porque más de la mitad de los encuestados considera que las fundaciones presentan cierta opacidad en la gestión y, además, les resulta más fácil identificar a las ONG como entidades con ánimo de lucro que a las fundaciones.
Tengamos en cuenta que de la percepción que se tenga del sector fundacional nace un activo intangible, pero de primordial importancia: la confianza.
Confianza que, por supuesto es necesaria para captar fuentes de financiación, pero también para atraer a voluntarios y, en definitiva, para contar con una valoración acorde al relevante papel de las fundaciones en una multiplicidad de ámbitos de la vida, desde el medio ambiente a la educación, de la atención social a la investigación, de la sanidad a la cultura.
Por tanto, toda nuestra tarea debe ser comunicada y por supuesto debemos hacerlo atendiendo a criterios de transparencia y empleando los instrumentos actuales de la comunicación.
Aquí juegan un papel importante los medios y por supuesto las TIC, Internet y las Redes Sociales y esa es una tarea es insoslayable porque no debemos perder de vista que nuestro peso tiene mucho que ver con nuestra reputación y con la valoración que se haga de nuestra tarea por el conjunto de la sociedad civil.
Y con esta última referencia termino mis palabras. Las entidades son extensiones e instrumentos de la sociedad civil. Y, como he señalado al principio, reflejo de su pluralidad, como se muestra en la enorme diversidad de fundaciones atendiendo a su origen, a su tamaño y a los objetivos que les dan sentido.
Paralelamente, un sector fundacional sano, fuerte y competitivo es sin duda expresión y síntomas de una sociedad civil sana, fuerte y competitividad, en el sentido de hacer cosas importantes y de hacerlas bien.
Permítanme que antes de concluir recuerde la frase, por o demás bien conocida en el sector fundacional, de aquella mente lúcida que fue el escritor José Luis Sampedro: “Si las fundaciones no existieran, habría que inventarlas, para que realizaran justamente lo que a mí me parece su función primordial: ser vanguardia de la sociedad, vanguardia social”.
A trabajar para las fundaciones me dedico hace ya algunos años. Como presidente de la AFA tratando de fortalecer, mejorar e integrar al conjunto del sector de fundaciones y asociaciones de Andalucía.
Y como presidente de la Fundación Cajasol, intentado ser un ejemplo para las demás, devolviendo a la sociedad tanto como la sociedad nos da cada día, con su confianza.
Creo que no hace falta que les diga que en uno y otro papel me tienen ustedes a su disposición para continuar colaborando con la Real Academia de Córdoba y con su fundación.
Les reitero mi profundo agradecimiento por contar conmigo como miembro de esta entidad, orgullo de todos los cordobeses.