Ayer tuve la enorme satisfacción de ingresar como Académico de Honor en la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz.
Quiero aprovechar estas líneas para reiterar mi más profundo agradecimiento a la Real Academia y a sus ilustres miembros por brindarme la oportunidad de formar parte activa de esta institución centenaria, y también por abrirle las puertas de esta Casa de Iberoamérica que nos acoge a la institución que presido, la Fundación Cajasol.
Comparto con ustedes mi discurso sobre «La cultura, factor de desarrollo e integración social, en todas las latitudes».
Discurso de toma de posesión de Antonio Pulido como Académico de Honor de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz
A lo largo de las décadas, con cada solemne apertura de curso como la que hoy nos reúne y conforme se iban incorporando nuevos académicos a sus filas, la Real Academia ha sabido renovarse y mantenerse fiel a su privilegiada misión de guardiana de nuestros pilares culturales, lingüísticos y científicos, un legado que orgullosamente compartimos con nuestros hermanos del otro lado del Océano a través de unos lazos que precisamente dan a esta corporación su principal seña de identidad.
Es un alto honor, como digo, sumarme a este compromiso que comparto hoy aquí con mi familia y que guardaré ya para siempre entre las distinciones más especiales que he tenido la suerte de atesorar gracias a mi trayectoria vital y profesional, vinculada como saben al mundo académico, al de la economía y al de la gestión financiera, social y cultural tanto en el ámbito público como en el privado.
En esta última tarea la que dedico buena parte de mi tiempo y de mi energía, la de gestor e impulsor de nuestra estratégica industria cultural desde la presidencia de la Fundación Cajasol, ha cristalizado precisamente buena parte de mi experiencia acumulada. Por tanto, me van a permitir que centre este discurso de toma posesión en analizar el papel de este estratégico sector, del mecenazgo cultural, de la colaboración pública y privada y su papel, creo que relevante en la recuperación económica que tenemos en marcha para superar las graves consecuencias de la pandemia.
Para ello, voy a dividir mi intervención en cuatro bloques diferenciados, empezando por el contexto de la industria cultural y creativa andaluza en esta coyuntura crítica. Como segunda y tercera cuestión, quisiera compartir con todos uds. algunas reflexiones sobre la evolución del fenómeno del mecenazgo en Europa y en nuestro país y algunos apuntes sobre lo que representa hoy la Fundación Cajasol.
Y, para terminar, me gustaría desgranar asimismo lo que quiere llegar a ser nuestra entidad en el futuro gracias a proyectos emblemáticos que tenemos en marcha como el de las Atarazanas, una iniciativa destinada a fortalecer los lazos históricos y culturales con Iberoamérica, en la confianza que constituya, además, una punta de lanza en la generación de actividad económica desde el sector de la cultura, la ciencia y la investigación.
Pero antes de entrar en materia, quisiera detenerme en lo que de alguna manera une a esta Real Academia con la Fundación que presido y hacerlo a modo de reconocimiento a la contribución de las entidades que nos acompañan en nuestra labor y que trabajamos cada día para preservar nuestras raíces culturales.
Tanto la Real Academia como Cajasol, la principal fundación privada de la comunidad con un presupuesto muy importante, tienen en común más elementos de los evidentes. Además de salvaguardar un patrimonio común y trabajar por nuestro desarrollo sociocultural, nos conecta un compromiso por enlazar territorios e intereses y forjar alianzas lo más amplias posibles en pos de estos objetivos fundacionales.
Las entidades que participamos históricamente de estos desafíos hemos debido renovarnos en cada período para adaptarnos a las profundas transformaciones de nuestra sociedad, pero por más cambios y cumbres que hayamos coronado, con el esfuerzo de todos, en estos momentos vivimos un salto de una magnitud sin precedentes, de los que definitivamente marcan una era.
Por eso me parece tan relevante y valioso unir precisamente ahora todos nuestros talentos y recursos para darle forma a una gran alianza general por el futuro de nuestras sociedades y, en nuestro caso, en favor del papel propulsor de la cultura en su sentido más amplio.
Una concertación mayor, una decidida apuesta por la cooperación, que necesariamente se levanta y se construye cada día a partir de alianzas particulares y sectoriales como esta andadura común que iniciamos hoy, un pacto que personalmente estreno haciendo mías las aspiraciones y metas de la Real Academia y de la propia ciudad de Cádiz que nos acoge, referente de nuestra herencia cultural milenaria y que se postura en estos momentos por derecho propio a liderazgos culturales tan relevantes como la Candidatura al X Congreso Internacional de la Lengua de 2025.
A esta oportuna iniciativa de la Asociación de la Prensa de Cádiz se han incorporado, como saben, más de 70 entidades, instituciones y asociaciones, muchas de ellas del ámbito hispanoamericano como nuestra propia Real Academia.
Esta ciudad, que ha sido históricamente puerta de Europa, América y África, nos sirve aquí de ejemplo y nos muestra el altísimo potencial de la cultura con mayúsculas impulsando este proyecto colectivo que nos involucra a todas las entidades comprometidas con nuestra lengua.
Una cultura y una lengua común que hablan casi 600 millones de personas en el mundo según las últimas estadísticas y que, en palabras del gran lingüista Humberto López Morales, es un “mosaico de dialectos” con múltiples influencias, aunque la más visible (audible, habría que decir mejor) es la del español que se hablaba en Andalucía.
Como muy bien nos relata Carmen Marimón Llorca en su trabajo recopilatorio del español en América, en esta diversidad dialectal también jugó un gran papel predominante el habla andaluza por obra y gracia de la procedencia regional de los colonos y las expediciones de hombres que desembarcaron en el Nuevo Mundo.
La colonización, a decir de los expertos, fue planificada en Castilla y gestionada principalmente en Andalucía, que aportó de 1492 a 1580 más del 35% del censo de colonos. Cerca del 17% eran extremeños y otro 15% castellanos, siendo el resto de diversa procedencia. Este claro predominio de las hablas andaluzas se refuerza con el dato de que las tripulaciones de los barcos eran también mayoritariamente del sur de España.
Me he permitido este breve apunte histórico y lingüístico para poner de relieve que, si la lengua española une a todos los países de habla hispana, a los andaluces nos vincula mucho más porque nuestra habla dejó, desde los primeros momentos del encuentro entre aquellos dos mundos, una impronta indeleble de la que debemos sentirnos especialmente orgullosos.
Precisamente hace ahora casi dos años, justo antes de la dichosa pandemia, en Fundación Cajasol tuvimos el honor de albergar el XVI Congreso de la asociación de Academias de la Lengua Española, bajo la presidencia de SSMM los Reyes de España.
Sin duda que la lengua compartida es, por decirlo en términos de hoy, una auténtica autopista de comunicación entre ambas orillas, bañadas por ese Nuevo Mare Nostrum como tan acertadamente lo bautizó la excelsa americanista y joya de la cultura hispanoamericana que es Dña. Enriqueta Vila, que fue presidenta de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras.
Comunicación afectiva, emocional, cultural, científica e investigadora, pero también económica, comercial y catalizadora de proyectos conjuntos en todos los órdenes.
Y en este nuevo momento histórico que vivimos, presidido por la globalización y con nuevas herramientas de comunicación, creo que cada una de las instituciones e identidades vinculados a ese gran proyecto llamado Hispanoamérica, debemos plantearnos qué lugar queremos ocupar en esta nueva etapa histórica que se abre paso tras la pandemia y ejerza en consecuencia el protagonismo, más o menos modesto, pero siempre importante, que le corresponde.
Para esa proyección atlántica, pero también para vigorizar la cultura y la actividad vinculada a ella, desde la industrial a la científica y divulgadora en los territorios en los que tradicionalmente operamos, considero que las entidades de distinto signo y origen, incluidas desde luego las instituciones privadas como la que presido o Academias de tanta raigambre como esta, deben establecer un amplio espacio de colaboración, una suerte de gran alianza para la cultura que es la que, con toda modestia, defiendo como instrumento de dinamización y rearme cultural.
Amigas y amigos,
He tenido la fortuna de ingresar en distintas Academias de Andalucía y de España, la última precisamente la de Bellas Artes también de Cádiz, y todas ellas herederas del largo y fructífero período para las artes, las letras y la cultura que significó la Ilustración.
La Casa de Iberoamérica y antigua Cárcel Real, es precisamente el centro más importante de la ilustración gaditana, un espíritu que quiero reivindicar como última idea, antes de entrar en la parte nuclear de mi intervención, por su paralelismo con la agitación, el debate y las incertidumbres que caracterizan estos tiempos en los que también nos estamos interrogando sobre las bases con las que queremos construir la sociedad del futuro.
Abordando ya la realidad de la industria cultural, y los esfuerzos que los agentes de este sector debemos concertar para impulsar su relanzamiento, podemos comenzar realizando una radiografía de la situación de estas actividades justo antes de que se desencadenara la actual crisis.
No les oculto que mi condición de Doctor en Economía condiciona –y espero que, a veces, enriquezca— mi visión del mundo que nos rodea.
De manera que permítanme, sin extenderme mucho, que repase junto a uds. algunos de los muchos indicadores existentes sobre esta parcela, ya que la actividad cultural como motor de desarrollo y de riqueza se convirtió, a partir de los años setenta del pasado siglo, en un elemento de creciente interés para los investigadores tanto en el ámbito académico como empresarial.
Para los territorios, como España o Andalucía, de rico patrimonio natural y artístico, hondas tradiciones y alto potencial turístico, pero relativamente escaso tejido industrial, la rentabilidad social, patrimonial y, por tanto, económica de la industria cultural se empezó a perfilar por aquel entonces como una verdadera alternativa de desarrollo.
Es una evidencia, por tanto, que la riqueza cultural de un territorio proporciona una ventaja competitiva que nutre otros muchos sectores económicos estratégicos, empezando por la industria turística, la principal fuente de ingresos de nuestro país y otro de los sectores más perjudicados por la pandemia, además de la restauración, el comercio y la propia cultura.
Justo antes de la irrupción del virus que ha cambiado nuestras vidas, la industria cultural crecía a buen ritmo de crucero y acababa de reponerse de la anterior crisis económica, que también impactó duramente en este sector.
Todas las actividades que lo integran estaban progresando en el año previo a la pandemia y sumaban en 2019 algo más del 3% del PIB a nivel nacional, y nada menos que el 5% en Andalucía y sobre el 4% en el ámbito europeo. En ese periodo, los empleos totales se acercaban a los 700.000, ya a niveles similares a los anteriores a la crisis de 2008.
El número de empresas crecía a un ritmo superior al 3% anual, y totalizaban más de 122.000 sociedades, lo que representa casi el 4% del total de empresas. En cuanto al perfil de estas empresas, según el Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística, más del 80% se corresponde con actividades de la industria o los servicios, tales como la edición, bibliotecas, archivos, museos, cinematográficas, vídeo, radio y televisión, o las artísticas y de espectáculos. El resto están vinculadas al comercio o alquiler de bienes culturales.
En cuanto al tamaño, como suele ocurrir en el tejido productivo español, el grueso son empresas sin asalariados o pymes y se concentran en Madrid, Cataluña, Valencia o Andalucía.
Las estadísticas también confirman que el turismo tiene a la cultura como una de sus joyas de la corona, con mayor consumo por parte del turista extranjero que del nacional. El 15% del total de viajes realizados en 2018 por ocio, recreo o vacaciones de los residentes en España fueron iniciados principalmente por motivos culturales, frente al 17,5% de los viajeros internacionales.
En cuanto al gasto total asociado a los viajes que se realizan principalmente por motivos culturales, ascendió casi 8.000 millones de euros para los residentes en España y a más de 13.000 para las entradas de turistas internacionales. En uno de cada cuatro viajes de residentes se realizaron actividades culturales, cifra que pasa a ser del 37 % entre las entradas de extranjeros.
Antes del parón en seco provocado por la crisis sanitaria, según la última encuesta de hábitos y prácticas culturales en España del INE de 2019, el avance en el consumo de cultura alcanzaba ya a la mitad de la población española y se daba en todos los segmentos. Aumentaban los lectores, la asistencia al cine y las visitas a monumentos, museos y exposiciones. Los mismos resultados arrojaban otras fuentes estadísticas como el estudio anual de la SGAE de 2019 y 2020.
En el contexto nacional, nuestra comunidad suma aproximadamente el 12% del sector cultural, en aportación al PIB y número de empresas, por detrás de Madrid y Cataluña, que acumulan la mitad de esta tarta española.
El peso de las llamadas Industrias Culturales y Creativas (ICC en su acrónimo) también es muy relevante en Europa. Según el estudio Reconstruyendo Europa: la economía cultural y creativa antes y después de la COVID-19, encargado por las SGAES europeas, antes de la pandemia los ingresos comunitarios de este sector se elevaban a 643.000 millones de euros, con un valor añadido total de 253.000 millones. Y también es uno de los principales proveedores de empleo de Europa, con 7,6 millones de puestos de trabajo sostenidos.
El superávit comercial de 8.600 millones de euros y el conjunto de estas cifras que les dejo encima de la mesa demuestran holgadamente la condición de la UE como potencia cultural en la economía mundial.
Sin embargo, las consecuencias económicas de la pandemia también han afectado más gravemente al sector cultural, más incluso que a la propia industria del turismo o al transporte aéreo. En concreto, el sector cultural europeo estima que experimentó una caída media superior al 30% de su volumen de negocios en 2020, con unas pérdidas acumuladas de unos 200.000 millones de euros.
Los sectores más perjudicados fueron los de la música y las artes escénicas, que registraron pérdidas del 75% y el 90%, respectivamente. Una auténtica debacle que ha movilizado al conjunto de la industria cultural y también a las instituciones públicas para revertir este retroceso y convertir el sector en uno de los motores del nuevo modelo.
El propio informe de la Agrupación Europea de Sociedades de Autores y Compositores, en la que se integra la española, ha sido elevado como propuesta a la UE tras concluir con una consideración que comparto, en el sentido de que el potencial del sector creativo debería ser una de las claves en la recuperación de Europa.
En este sentido, dicho informe recomienda tres prioridades para la industria cultural que me parecen cruciales y a las que me referiré a continuación cuando aborde la evolución del mecenazgo y el papel de la Fundación Cajasol: prioridades que se resumen en financiar, capacitar y potenciar.
Sin duda, y una vez superados los daños económicos de la actual crisis, será necesario un mayor apoyo público al mundo de la cultura, que facilite y haga más atractiva y rentable la inversión privada, además, y esto es fundamental, un marco jurídico sólido para crear las condiciones necesarias para revitalizar la economía creativa y salvaguardar su crecimiento a largo plazo. La buena noticia es que todos estos motores se están encendiendo a la vez.
Similares consideraciones se esgrimen en Andalucía, donde el sector en bloque, más de 50 asociaciones y entidades, y hasta once ayuntamientos, entre ellos los de Cádiz y Sevilla, han creado una plataforma para reclamar una ley andaluza de la Cultura, que se plasmará en una iniciativa legislativa popular.
La idea partió de la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural-GECA y busca un mayor protagonismo de los ayuntamientos en la gestión cultural, teniendo en cuenta que son estos poderes locales los que más políticas y acciones culturales desarrollan. En la Fundación Cajasol damos fe de ello, ya que los consistorios son uno de los agentes protagonistas de nuestra política de convenios para extender nuestras acciones culturales al conjunto del territorio andaluz.
Sin entrar en consideraciones políticas, que me son totalmente ajenas, lo cierto es que desde Fundación Cajasol sí compartimos algunas preocupaciones, anhelos y objetivos con el mundo y los agentes de la cultura en Andalucía. Y uno no poco importante es articular mecanismos para aumentar la eficiencia de los fondos, públicos y privados, destinados a la cultura con el objetivo de maximizar su impacto en la sociedad y capilarizar al máximo su acceso a los ciudadanos, dando así mejor cumplimiento al mandato constitucional de llevar la cultura a toda la sociedad.
Igualmente, desde Fundación Cajasol trabajamos intensamente en otro de los objetivos compartidos con el sector como es garantizar la participación en la vida cultural del conjunto de la comunidad, especialmente de los colectivos desfavorecidos o en situación de exclusión.
También apostamos por la formación artística como factor de desarrollo e integración social, además de fomentar la memoria y el conocimiento del patrimonio artístico, cultural e histórico andaluz y coincidimos en la necesidad de incrementar la profesionalización del sector cultural y del mecenazgo cultural a través de incentivos fiscales adicionales, aspecto al que me referiré un poco más adelante.
Sin duda, las propias administraciones han tomado plena conciencia de avanzar en todos estos terrenos. Permítanme dos simples botones de muestra.
De un lado, en el marco andaluz, la Junta acaba de autorizar la tramitación del anteproyecto de ley del flamenco, una norma que aporta como principal novedad que llevará el conocimiento de este arte universal a la escuela como elemento propio de la identidad y la cultura andaluza.
Y, de otro, a nivel nacional, también están en marcha otras dos actualizaciones que apuntalarán con toda seguridad el nuevo enfoque que le estamos dando a las industrias culturales y creativas. Me estoy refiriendo, en primer lugar, al anteproyecto de ley que busca actualizar y mejorar la propia definición de Patrimonio Histórico, y que pretende incluir nuevos tipos como el industrial, el cinematográfico, el audiovisual, el subacuático y el paisajístico.
Adicionalmente, se va a ampliar el concepto de Patrimonio Cultural Inmaterial a nuevas aportaciones de carácter antropológico, con lo que se enriquece en gran medida este concepto y, con ello, se abren nuevos horizontes para nuestra industria cultural.
Ya para enlazar con la siguiente parte de mi discurso, la que tiene que ver con el mecenazgo cultural que desarrollamos en la Fundación Cajasol, tenemos que hacer mención de la nueva ley de mecenazgo de nuestro país, que se estudia desde hace diez años y que ha recuperado protagonismo por los efectos de la crisis.
Una muestra de la necesidad de actualizar los mecanismos para reforzar la inversión privada en la cultura ante el recorte de los presupuestos públicos de los últimos años se dio muy recientemente, cuando la Compañía Nacional de Danza lanzó una campaña para reclutar mecenas desde pequeñas aportaciones de solo 150 euros al año.
Como saben, la idea de la financiación mixta de la cultura no es nueva precisamente, pero todavía se puede avanzar mucho en ella.
Entramos ya como les decía en nuestra particular idea de mecenazgo, que es un concepto de muy amplio espectro, desde las humanidades a la ciencia, desde la economía a la investigación, de la música a las nuevas artes escénicas, donde la gestión profesionalizada y la transparencia desempeñan un rol imprescindible para poner a disposición de la sociedad espacios e instrumentos que posibiliten la creación y difusión de la cultura y de las artes.
Hace ya unas décadas que la UE apostó por los sistemas mixtos de financiación de la cultura como forma de sostenibilidad de esta industria, un fenómeno que se reforzó a raíz de la última crisis económica y financiera, cuando los fondos públicos de los países comunitarios destinados a estas actividades se recortaron drásticamente.
En el caso de España, podemos ilustrar esta afirmación comparando el presupuesto de cultura de, por ejemplo, el año 2009, con una partida récord cercana a los 1.200 millones de euros, frente al montante del año 2013, cuando apenas se invirtieron 700 millones de dinero público, consecuencia sin duda del fuerte impacto que la crisis económica tuvo en las arcas públicas.
Por tanto, si en la penúltima crisis quedó latente la necesidad de incentivar la inversión privada en la cultura, que no ha dejado de crecer desde entonces, más imperioso será ahora el impulso a esta colaboración, como se recoge en las normativas que se están preparando a nivel andaluz y nacional, si queremos que esta actividad se mantenga y se convierta adicionalmente en una de las locomotoras de la reactivación.
Con esta búsqueda de nuevos instrumentos y mecanismos debemos comprometernos todos, y en esta línea se enmarca los llamamientos y ofrecimientos que vengo haciendo al conjunto de entidades culturales andaluzas desde la presidencia de la Fundación Cajasol.
Como les decía, la necesidad de reformar el sector cultural para hacerlo más sostenible y emprendedor se tiene en cuenta ya en todas las políticas europeas.
Hay que admitir que desde los años 90 se han producido importantes cambios en el desarrollo de la política cultural tanto en Europa como por ejemplo en los Estados Unidos, aunque con diferencias significativas. Mientras que los países europeos se han adoptado una legislación fiscal que promueve la inversión privada en la cultura, en los Estados Unidos, los organismos públicos prácticamente dejaron en manos de las fuerzas del mercado estas actividades.
La distinción entre la cultura como bien público o como producto del mercado constituye la diferenciación esencial de ambos esquemas. El principal reto para Europa en este dilema pasa por mantener sus logros de los últimos años: el de apoyo al arte y la cultura como bien público, a la vez que se promueven “mecanismos más estimulantes, amplios y versátiles para la financiación privada”, como muy bien señala el Parlamento europeo.
Así debe ser a mi juicio el verdadero espíritu de la financiación mixta de la cultura que puede cristalizar a corto plazo tras el revulsivo de las dos últimas crisis.
La idea de incrementar el nivel de contribución privada al arte y la cultura va cobrando cada vez más cuerpo para aumentar la sostenibilidad financiera del sector cultural y convertirlo además en palanca de la recuperación en lugar de una de las principales víctimas de esta pandemia.
En este sentido, comparto con los expertos que se necesitan renovados esfuerzos para crear vínculos más fuertes e innovadores entre el público, las empresas y las administraciones públicos, además de los citados instrumentos fiscales.
Además, tengo que reseñar una de las principales señas de identidad de la Fundación Cajasol, nuestra activa apuesta por forjar vínculos, alianzas y espacios de cooperación estables con el conjunto de agentes y colectivos del sector cultural, con docenas de convenios que renovamos y ampliamos en cada temporada.
Las razones financieras y económicas que están en juego no son menores ahora que debemos compensar tantas pérdidas, pero más allá de lo urgente hay detrás, como muy bien entienden instituciones como esta Real Academia, un compromiso ético con nuestra cultura y con nuestra sociedad que siempre inspira el verdadero mecenazgo.
El mecenazgo cultural español, al igual que por ejemplo el italiano, presenta como singularidad en el panorama europeo el protagonismo de las fundaciones bancarias y privadas que provienen de la importantísima tarea cultural y también social que desempeñaron las extintas cajas de ahorro. Ese es nuestro origen y de aquí nace el compromiso con la sociedad que nos distingue de otras fundaciones privadas o de la llamada responsabilidad social corporativa de las empresas, también muy volcadas en el fomento de la cultura.
La Fundación Cajasol, al igual que otras entidades hermanas, mantiene viva buena parte de la misión que durante tanto tiempo desarrollaron esas entidades financieras, de profunda raigambre en sus respectivos territorios.
Un largo período en el que la cultura en nuestra tierra, su difusión, la conservación del rico patrimonio de Andalucía no pueden deslindarse en modo alguno de la labor protectora que desempeñaron estas entidades financieras, que jugaron un papel fundamental que es justo reconocer y del que nos sentimos muy orgullosos.
Les he traído esto a colación porque en el mundo de la cultura y las artes históricamente han convivido una serie de instituciones e instrumentos, que, sin ser propios del proceso de creación artística o investigadora, han jugado y juegan un rol clave como impulsoras de la creación y difusión en los distintos ámbitos culturales.
Es evidente que, de Roma al Renacimiento o del Barroco hasta nuestros días, el mecenazgo ha adquirido numerosas formulaciones, en función de las características de cada sociedad. En el arte influye hoy la mercantilización que caracteriza a una sociedad del consumo como es la nuestra. Y también se ve condicionado por el acceso masivo a la cultura, unas actividades antes limitadas a las élites.
Sin embargo, como tuve ocasión de señalar en mi discurso de ingreso como Académico Honorario de la Real Academia de Santa Isabel de Hungría, la esencia del mecenazgo antes y ahora no puede ser otra que el amor por la cultura en cualquier de sus expresiones y debe contar con una fuerte vocación altruista, de generosidad y de voluntad por compartir. Y en nuestro caso, insisto, nuestro concepto de mecenazgo no puede desligarse de la continuidad de aquel compromiso de las antiguas cajas de ahorro con el desarrollo socioeconómico de los territorios en los que operaban.
Entender cabalmente el papel que desempeñan las entidades privadas que desarrollan dichas labores es imprescindible para valorar en su conjunto la dinámica de la cultura hoy día, sacudida, como cualquier otro ámbito de la vida, por los profundos cambios sociales que se han acelerado tras la pandemia.
Si somos capaces de poner en valor nuestro trabajo y complementar el esfuerzo público por la vía de colaboración, se allanarán muchos caminos, como el de los incentivos fiscales. En mi opinión, y siempre que se articulen en una justa medida, los estímulos fiscales pueden ser positivos si se enmarcan en un sistema fiscal avanzado y moderno.
En esta tarea de concienciación juega un papel fundamental la capacidad de generar confianza, que es un intangible muy importante. Y para alcanzarla, todos los sectores implicados en las tareas de mecenazgo debemos hacer un esfuerzo por una gestión cada vez más eficiente y profesional, además de transparente y pedagógica de nuestra tarea.
Queridos amigos amigas académicos, esto es precisamente lo que nos mueve cada día en la institución que presido, y me adentro ya en el penúltimo tramo de mi intervención, en el que vamos a dejar el terreno del análisis para profundizar en la práctica diaria del mecenazgo cultural que ejercemos en la Fundación Cajasol, que se perfila hoy como el principal operador privado de la industria cultural andaluza.
Nuestras credenciales son los datos. Cientos de actividades culturales y de apoyo a todas las artes programadas cada año en el conjunto de Andalucía gracias al mayor presupuesto de las fundaciones regionales, a unas inversiones en nuevos espacios culturales sin parangón y a la colección de arte y patrimonio más importante de Andalucía en manos privadas.
A estos importantes recursos sumamos, además de una gestión eficiente, un intangible que corona nuestra labor de mecenazgo cultural, social y de fomento del emprendimiento. Nos referimos a nuestra activa política de colaboración con todo tipo de organizaciones públicas y privadas que compartan las prioridades de la fundación.
Unas prioridades que en el campo que nos ocupa no son otras que acercar la cultura a todos los colectivos de nuestra sociedad con una oferta cada vez más diversificada y al servicio del desarrollo de nuestra tierra.
En la parte cuantitativa y concreta de nuestro trabajo hay que citar varias categorías de ejemplos y magnitudes para entender el papel que estamos jugando ya en la industria cultural andaluza y el que queremos jugar en el futuro. Aproximadamente la mitad de nuestro presupuesto anual se dedica a nuestra obra social, cultural y de fomento del desarrollo.
La mayor de estas partidas operativas, sobre el 40%, se dirige a financiar nuestras actividades culturales y artísticas.
¿Y qué hacemos con estos importantísimos fondos? El año previo a la pandemia, la Fundación Cajasol organizó 40 exposiciones a las que asistieron 200.000 personas. Otras 350.000 celebraron con nosotros la Navidad en nuestro programa especial de final de año que llevamos a todas nuestras sedes, incluida por supuesto la de Cádiz. Se añadieron 175 espectáculos con 50.000 espectadores, 70 actos literarios con 12.000 asistentes y unas 160 jornadas y conferencias respaldadas por un público de 30.000 personas.
Como es de imaginar, la actividad bajó alrededor del 50% en el primer año de la pandemia, aunque el público no descendió en la misma proporción por el éxito obtenido con las visitas virtuales y las actividades on line, una apuesta que ha demostrado nuestra capacidad para adaptarnos y dar respuesta rápidamente a las necesidades sociales de cada momento.
Por reseñar sólo los hitos que me parecen más relevantes de nuestra actividad, la Fundación Cajasol cuenta con una colección de arte colosal integrada por unas 7.000 piezas, que abarcan desde el siglo XVI a la actualidad, y donde predomina la pintura, especialmente andaluza y sevillana, pero donde hay también sitio para la escultura, las artes decorativas, la fotografía y otras artes.
Del valor de esta colección, reunida durante los dos últimos siglos, hablan creadores como Murillo, Zurbarán, Alonso Cano, Valdés Leal, Jiménez Aranda, Gonzalo Bilbao, Joaquín Sorolla, Manuel Barbadillo, Carmen Laffón, Miró, Tàpies o Luis Gordillo. Los investigadores del sector han estudiado nuestros fondos y los catalogan de verdadero hito en el coleccionismo institucional contemporáneo en Andalucía, título de la reciente y valiosa tesis de Juan María Vélez, dirigida por el catedrático de Arte Fernando Martín.
Todas estas joyas las exponemos periódicamente en distintas ciudades de Andalucía en muestras temáticas como la de Maestros del Barroco. Además, organizamos otras muchas muestras y actividades en Andalucía ajenas en colaboración con otras fundaciones y colecciones privadas de primer orden, como la Fundación La Caixa, la Fundación Lara, la Fundación Caja Granada, la Fundación Focus, la Colección Bassat, la Real Academia de la Lengua, el Museo Thyssen, el Museo Picasso o la World Press Photo en el ámbito internacional.
Fuera del ámbito andaluz, nuestra entidad viene reforzando su presencia en Madrid gracias a los acuerdos que mantiene con la Residencia de Estudiantes, el CSIC, el Instituto Elcano, el Teatro Real o la Fundación Cotec para la Innovación.
Y, como les decía, las infraestructuras culturales son uno de nuestros fuertes y nuestra principal inversión de futuro. Mantenemos sedes abiertas con programación permanente en Huelva, Cádiz, Jerez y Córdoba, además de la sede principal en la capital hispalense.
La última inauguración importante ha tenido lugar muy recientemente en una de nuestras dos sedes gaditanas, la correspondiente a Jerez, donde hemos estrenado un nuevo espacio con capacidad para 200 personas que va a dinamizar sin duda la vida cultural de la ciudad y de la provincia de Cádiz en su conjunto.
Anteriormente, nuestro mayor proyecto de los últimos años culminó en 2019 con la inauguración de la Gran Manzana Cultural de Sevilla, un espacio de más de 12.000 metros cuadrados, que tras cinco años de trabajo ha supuesto la total transformación del histórico edificio de la Plaza de San Francisco en una renovada infraestructura que nos permite albergar una programación mucho más ambiciosa y dar por tanto todavía un mayor soporte a los creadores mayoritariamente andaluces, pero también naconales e internacionales.
Esta remodelación de la sede central estrenó su primer hito en 2015 con la apertura de la Sala Murillo y siguió en los años siguientes con la inauguración de la Sala Machado para albergar conferencias, actividades educativas y jornadas. También se remodeló el Salón de Actos, mejorando sus condiciones acústicas y sus accesos, y se abrió el Foro Cajasol, con siete espacios para acoger eventos de muy diversa índole. Completa este proyecto la gran sala literaria Bécquer, una extraordinaria biblioteca esta disposición del público como lugar de trabajo, consulta o estudio.
También nos sentimos muy orgullosos de nuestro apoyo a nuestras tradiciones más profundas, como la Semana Santa en toda Andalucía, el Carnaval de Cádiz o todo lo que rodea a la cultura del toro y del flamenco.
Y en el terreno de la música, con múltiples iniciativas propias y conciertos que son ya una tradición, tenemos que destacar nuestro respaldo al flamenco en todas sus manifestaciones y categorías, una prioridad que se hace evidente por ejemplo en nuestra agenda de Jerez.
Tampoco se queda atrás nuestro impulso al mundo editorial, a las artes escénicas, al audiovisual o al cine. En estos dos últimos capítulos quiero resaltar algunos patrocinios que están sirviendo para reforzar el carácter locomotor de la cultura, como son el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y el Europeo de Sevilla.
Y no quiero terminar este resumen sucinto de nuestra batería de actividades culturales sin mencionar lo que hacemos aquí en Cádiz al margen de volcarnos con el Carnaval, como ya he mencionado. Desde nuestra sede permanente gaditana, además de organizar exposiciones y actividades durante todo el año, colaboramos con el Festival de Música Española Manuel de Falla y hemos consolidado ciclos de gran éxito de público como el de Reencuentros o las Noches de la Azotea, nuestros conciertos de verano dedicados a la música de vanguardia.
Sin olvidar, también en la provincia, uno de nuestros patrocinios de mayor solera y prestigio, el de las Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda, un espectáculo que demuestra el especial vínculo histórico que tenemos con esta tierra y que fortalecemos hoy con esta toma de posesión.
Esta sobresaliente capacidad de gestión cultural que venimos desplegando puede parecer muy alejada de la faceta de creación artística, pero está íntimamente vinculada a ella en la medida que fortalece y vivifica el entramado del tejido cultural, haciéndolo mucho más sólido, más accesible para los creadores y para todo tipo de públicos y a la vez estimulando la industria cultural como factor económico de gran magnitud.
Señoras y señores académicos,
No quisiera terminar mi intervención sin hacer referencia a un proyecto que va a convertirse en un factor de dinamización de la vida científica y cultural de Andalucía y que precisamente se proyectará hacia el ámbito natural de acción de esta institución en la que hoy tengo el honor de ingresar. Me refiero al proyecto de las Atarazanas, destinado a albergar un gran centro de interpretación, investigación, divulgación y, lo que es tan o más importante, de impulso a los vínculos de España y Latinoamérica. Por nuestro pasado común, desde luego, pero especialmente por nuestro futuro.
Esta iniciativa es fruto de un acuerdo entre La Caixa, que se encargará de la realización de la obra, la Fundación Cajasol, que gestionará ese espacio en los próximos 25 años, y distintas administraciones públicas.
Las Atarazanas es un lugar muy emblemático no sólo de la ciudad de Sevilla, sino de toda España. Desde el siglo XIII, y durante más de 300 años, el edificio albergó las instalaciones industriales de las que salieron las galeras que durante centurias defendieron el Estrecho. De alguna manera, el origen de que la Península Ibérica se mantuviera sólida frente a las invasiones recurrentes de pueblos norteafricanos, hay que buscarlo en este edificio.
Y, aunque no es verdad que allí se construyeran galeones para la llamada Carrera de Indias, creencia más extendida de lo que parece, pero descartada por los historiadores aunque solo sea por una evidente cuestión de espacio físico, lo cierto es que el edificio de las Atarazanas forma parte de lo que podríamos llamar el núcleo duro de los antecedentes y de la propia epopeya americana.
En las Atarazanas se guardaron los aparejos y pertrechos de las flotas, las armas de los conquistadores y hasta las maderas americanas destinadas al Palacio del Escorial, entonces en construcción.
El historiador Pablo Emilio Pérez-Mallaina, hace apenas un par de años, ha publicado una obra, yo diría que casi definitiva sobre este edificio, una especie de biografía histórica del mismo, cuya lectura y consulta les recomiendo vivamente.
Antes de abundar en las líneas estratégicas en las que estamos trabajando con la vista puesta en abrir este gran centro en un plazo de dos años, me van a permitir que les cite, como argumento de incontestable autoridad, unas palabras pronunciadas por el actual Rey de España, Felipe VI, en la Universidad de Harvard hace algunos años, siendo entonces aún Príncipe Heredero.
En aquella conferencia, SM el Rey calificó a España como una nación americana. Y defendió su idea con unos argumentos que me limito a resumir.
El entonces Príncipe se refirió a lo que comúnmente llamamos “Las Américas”, esto es, un vasto territorio que se extiende por todo el Continente americano, desde el Ártico canadiense hasta el Cabo de Hornos.
El papel de España en esta gran extensión del mundo es innegable. De hecho, estamos en Cádiz, cuna de la Constitución nacida con la pretensión de ser la reunión de los españoles de ambos hemisferios.
El devenir de la historia es conocido y las jóvenes naciones americanas lograron su legítima aspiración a la independencia a lo largo del silo XIX. Sin embargo, los vínculos entre ambas orillas del Atlántico no solo existen, sino que constituyen unos pilares inmejorables para construir puentes entre ambos hemisferios. ¿Cuáles han de ser estos puentes? Los que cabalmente queramos construir, pensando en nuestro futuro.
España es, como bien decía nuestro Rey Felipe, una nación europea, pero a la vez cuenta con una identidad mediterránea que abarca más allá del Viejo Continente y en las muchas dimensiones de nuestro país, está claro que, en América, del Sur, del Centro y del Norte, se encuentra la histórica, la cultura, la lingüística, la geopolítica y, sin duda, la económica.
No, ya sé que con estas palabras no estoy, como suele decirse, “descubriendo América” pero sí creo que todo lo compartido en siglos de historia común nos permite ser ambiciosos y plantearnos nuevos objetivos.
Hace ya más de medio siglo, el malogrado presidente norteamericano John F. Kennedy se refería así al papel de nuestro país en América:
“Desafortunadamente, demasiados americanos piensan que América fue descubierta en 1620 cuando los Peregrinos arribaron a nuestras costas, y olvidan la tremenda aventura del siglo XVI y XVII en el Sur y Sudoeste de los EEUU”. Fin de la cita.
Así es. La ciudad más antigua de EEUU se llama San Juan de Puerto Rico. Y la segunda, San Agustín, fundada en 1565 por Pedro Méndez de Avilés, cuyo legado, en forma de testamento, se encuentra precisamente en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz.
No deseo extenderme, y menos ante un auditorio mucho más avezado que yo en estas lides, sobre los vínculos históricos entre España y las Américas. Lo que sí quiero decirles es que ese enorme patrimonio, siendo importante con la vista puesta en el paso, nos abre, de nuevo, un terreno por explorar, en el que avanzar, construyendo nuevos puentes entre ambas orillas.
La Fundación Atarazanas, entidad que será sin ánimo de lucro, se propone contribuir a que se eleven esos nuevos puentes de futuro.
Hay, les insisto, muchos ámbitos en los que actuar.
En primer lugar, queremos hacerlo desde la colaboración. Con las Administraciones, desde luego en primer lugar. Gobierno de España, Junta de Andalucía y ayuntamientos y diputaciones entre los que, huelga decirlo, ocupan un lugar de preferencia los de Sevilla, Cádiz y Huelva, por su protagonismo en esta materia. También otras instituciones entre las que quiero citar, sin ánimo alguno de ser exhaustivo, al Instituto Cervantes, la Secretaria General Iberoamericana, el Archivo de Indias, la Casa de América y los museos del Ejército, la Marina o el de América de Puerto Rico, además de universidades y academias como esta en la que hoy, con todo agradecimiento, ingreso.
¿Qué es lo que pretendemos? Con sinceridad, se lo diré: constituir el principal centro privado de relación entre España y América. El más inclusivo, el más abierto, el más moderno, el que más y más intensamente emplee las nuevas tecnologías de información y comunicación.
Creo que estamos en condiciones de hacerlo, aunque para ello, y parece evidente, vamos a necesitar tejer alianzas, tramar sinergias, buscar apoyos institucionales y patrocinios privados.
Contamos, estoy persuadido, con elementos como para hacer este proyecto lo suficientemente atractivo.
Les cito algunos: reflexiones y análisis sobre los inicios de la globalización, la extensión de la imprenta, las pandemias de aquel tiempo (tan de actualidad hoy día), los transportes, la Administración y la Justicia, el mestizaje, el papel de la mujer, los cambios en los hábitos alimenticios como consecuencia del encuentro entre dos mundos, el mestizaje, la música, la extensión del mundo hispano o latino por otras latitudes, por supuesto el español como lengua madre, el papel de las religiones, los estudios precolombinos, el papel de España en la independencia de EEUU, la independencias de los países hermanos, la influencia de nuestra Constitución de 1812 a la que me acabo de referir.
Creo que son tantos los ámbitos de estudio que podríamos pasar toda la tarde incluyendo nuevos aspectos y estoy seguro de que muchos de ustedes, mucho más doctos en la materia, tienen ya algunos más en su cabeza.
Siendo importantes, estos que he citado y muchos más no son más que materiales constructivos para esos nuevos puentes a los que antes me refería, que tienen que partir de nuevas alianzas con universidades, centros de investigación, empresas y sectores estratégicos, desde la comunicación a la energía o la industria cultural.
Sobre la base de ese rico sedimento, el proyecto de Atarazanas va a construir una narrativa de futuro.
Para ello, ya pueden imaginarse, tenemos trenzar un modesto pero eficiente aparataje administrativo, un plan de negocio e ideas fuerza en la que asentarse. Una de ellas es constituir las Atarazanas como el centro de una milla americana en Sevilla, con vínculos profundos con el resto de España y, desde luego, con ciudades y provincias como las de Cádiz y Huelva.
Necesariamente, necesitamos que este proyecto sea financieramente sostenible y uno de los principales puntales es que Atarazanas se convierta en un espacio de encuentro muy importante en esa Milla Americana, junto al Archivo de Indias, la Catedral de Sevilla, la Torre del Oro y con extensiones a centros neurálgicos de Cádiz, Huelva y otros puntos de Andalucía, España y Europa.
Confiamos en que en el tercer año de vida del centro Atarazanas, alcancemos una media de visitas de un millón al año, aproximadamente la mitad de lo que hoy día cuenta la Catedral de Sevilla. Para ello vamos a generar estímulos como visitas virtuales, página web, espacios expositivos y polivalentes, auditorios, planes de becas para investigadores y un largo etcétera que, aunque ahora no pueda detallar, creo que tienen una música que espero les suene bien.
Como ven, y es la primera vez que hablo de ello públicamente con cierto detalle, tras no pocas vicisitudes, fruto de la complejidad de la actuación arquitectónica en el histórico edificio, poco a poco nos acercamos al momento en que pasemos, como suele decirse, de las musas al teatro y el proyecto comience a dejar de serlo para convertirse en realidad.
Como les decía, la esencia del proyecto es constituir un gran centro de interpretación de nuestros vínculos con Hispanoamérica y, por extensión, con el conjunto de aquello que nuestros antepasados llamaban el nuevo mundo, incluidos los EEUU.
Hace ya casi dos años, justo antes de que se desatara la pandemia que ha cambiado nuestras vidas, tuve la ocasión de participar en la presentación de unas jornadas sobre la primera circunnavegación al planeta, protagonizadas por la flota de Magallanes y Elcano.
Sin duda que este 500 aniversario de aquella gesta ha sido una ocasión de oro para poner en valor el protagonismo de España, a lo largo de muchos siglos, en el ensanchamiento de las fronteras del mundo conocido.
Pero, más allá de la puesta en valor de nuestro pasado y del formidable patrimonio cultural y humano surgido a ambos lados del Atlántico, el proyecto de las Atarazanas también debe servir como una especie de plataforma transatlántica, como un trampolín para que el conjunto de la sociedad civil, incluyendo a nuestras empresas, puedan abrir nuevos espacios de influencia, colaboración y, por qué no decirlo, también de negocio, en todo el continente americano.
Y todo ello en consonancia con la idea avanzada e innovadora de mecenazgo, de profesionalización y nuevos enfoques de la gestión cultural en la que debe contar con gran protagonismo, todo lo que tiene que ver con su vertiente de fomento económico y de impulso al emprendimiento, aprovechando ese gran capital cultural sedimentado durante siglos de historia común y fuertemente entrelazado a través de la lengua española.
En definitiva, amigas y amigos, toda nuestra labor acumulada de mecenazgo cultural, que arrancó en 1842 de la mano de aquella primera caja de ahorros que fue nuestro origen, precisamente aquí en la provincia de Cádiz, en Jerez, desemboca en este momento crucial en el que la cultura puede y debe ser una palanca de la recuperación de esta crisis sin precedentes por la vía de sumar y multiplicar esfuerzos y recursos tanto públicos como privados.
Para ello necesitamos una nueva visión o, mejor dicho, nuevas visiones, eficiencia y métodos efectivos de planificación y trabajo, espíritu de cooperación, transparencia. En ello estamos y unas pinceladas de mi perspectiva sobre estos asuntos he tratado de darles, con toda modestia, en este acto inaugural.
Únicamente me resta reiterar mi más profundo agradecimiento a todos los académicos. Sólo espero estar a la altura de la confianza depositada en mí por esta noble corporación, a la que prometo mi compromiso de esfuerzo personal en la tarea colectiva que compartimos.
Ingresar en esta Academia es para mí un alto honor, que espero recompensarles con mi esfuerzo y compromiso.